Alfonso Guerra (Sevilla, 31 de mayo de 1940) es el diputado que ha renovado su escaño durante más legislaturas en el Congreso de los Diputados. Desde la Legislatura Constituyente en la que participó activamente en la elaboración y negociación de nuestra Constitución, hasta la décima, el dirigente socialista ha sido vicepresidente del Gobierno de Felipe González, de 1982 a 1991, y ha ejercido importantes responsabilidades en el Parlamento, entre ellas la Presidencia de la Comisión Constitucional y la de Presupuestos.
Acaba de publicar el libro La España en la que creo. En defensa de la Constitución (La Esfera de los Libros), y en esta entrevista hemos hablado con él sobre la transición, sobre los logros y renuncias en la negociación para sacar adelante el acuerdo que los ciudadanos exigían a sus representantes, sobre la necesidad de reformas «en» pero no «de» la Constitución, sobre los mayores retos al frente del Gobierno, sobre la transformación de una España dividida entre el mundo rural y urbano en un país homogéneo; sobre la configuración actual del Parlamento y su fragmentación; y sobre el mayor cambio social de los últimos cuarenta años: la libertad.
Hubo un estado de gracia para los negociadores, porque la sociedad nos lo estaba exigiendo. Sabíamos lo que quería la población, que llegáramos a un acuerdo y eso fue lo que logró el acuerdo de todos, el consenso: un texto constitucional que tiene cuarenta años de vida y que va a tener más, muchos más».
De la clandestinidad a participar en la génesis de una Constitución
Comencé a intervenir en política clandestina en el año 57, osea que hasta el 77, que llega la democracia, son 20 años en clandestinidad. Claro yo no pensaba que al cabo del tiempo yo iba a estar en la gestación de una Constitución, en la elaboración, no podía ni pensarlo. Yo andaba haciendo la política que entonces se podía hacer: clandestinamente por la noche, haciendo muchos viajes, todos clandestinos, pero bueno, tenía una idea de que dos siglos de enfrentamientos entre los españoles algún día tenía que acabar. No pensaba que yo iba a estar a redacción de un texto que acabará con eso, pero creía que algunos tendrían que hacerlo, y cuando se va acercando el momento de desaparición de la dictadura con la muerte del dictador, pues tenemos que pensar en que probablemente nos va a tocar hacer algo de eso.
Yo viví un momento muy curioso y es que en un Congreso que hace el Partido Socialista en Francia, en Suresnes, porque aquí no se podía hacer, estaba prohibido, hubo un saludo de Fraçois Mitterrand al Congreso, y a mí me impactó mucho. Yo estaba presidiendo el Congreso en ese momento, y me dijo: sepa usted que les va a tocar a ustedes enderezar la historia del país, haciendo una Constitución, trabajando por la libertad. Y de pronto, me di cuenta de que a lo mejor nos caía la responsabilidad, cuando yo estaba en una política de compromiso personal contra una dictadura, pero no pensaba que iba a estar generando otra sociedad. Y ahí tuve la primera impresión. En los preámbulos, yo había llegado al socialismo, o a la política primero, a través de un pequeño texto que leí, de Antonio Machado que había publicado en el año 38, en Barcelona, en La Vanguardia, en la que decía que había ido de pequeño a un mítin, que le había llevado su padre en el Retiro de Madrid, y había hablado un señor, que él entonces no sabía quién era, y dijo “y yo noté que la voz de Pablo Iglesias, creador del partido, la voz de Pablo Iglesias tenía el timbre inconfundible de la verdad humana”.
Y a mí eso me afectó. Una voz que tiene el timbre inconfundible de la verdad humana. Busqué quién era Pablo Iglesias, no sabía nada, tendría 16 años o 15, y lo encontré y me orientó, pero claro yo estaba falto de ideología, y la ideología me la proporcionó una revista, dirigida por un italiano, pero publicada en francés, que se llamaba La Revue Internacional du Socialisme, Lelio Basso era el director, y él fue quien me enseñó que hay que saber mantener una tensión dialéctica entre los objetivos que quiere al hacer política y las armas que tiene cada día; que no se puede ni quedar uno solo en lo que hago ahora ni tampoco solo en lo que vendrá al final. Y me enseñó, pero me faltaba todavía una parte moral y esa me la dio Norberto Bobbio, que por cierto fue un hombre que nos ayudó muchísimo en la confección de la Constitución.
Estar en el vórtice de un huracán que quiere transformar una dictadura en una democracia, eso no hay dinero en el mundo para pagarlo»
Durante el desarrollo de la Constitución, Bobbio vino invitado por nosotros aquí a Madrid y nos dio varias conferencias y muchas conversaciones sobre el sentido ético de una Constitución, y me orientó muchísimo, pero vamos yo no pensaba que iba a estar redactando una Constitución, de ninguna manera, para mí fue una gran sorpresa y una gran satisfacción porque estar en el vórtice de un huracán que quiere transformar una dictadura en una democracia, eso no hay dinero en el mundo para pagarlo.
El sentido ético de la Constitución
Bobbio nos enseñó con mucha claridad que triunfar sobre el resto de los partidos políticos sin darle legitimidad a lo que defienden los otros, eso no funciona. Eso antes o después va a romper, es decir, que todos los partidos políticos defienden su tesis contra la tesis de otro, pero tiene que corresponder, tiene que reconocer la legitimidad del otro. Tu eres tan legítimo como yo, no coincido en nada, pero eres tan legítimo como yo. Pondré un ejemplo para hacerme entender: Voltaire, el filósofo francés decía “yo daré mi vida para que mis enemigos puedan defender lo contrario de lo que yo defienda”. Yo lo pongo un poquito más humilde, más modesto, yo digo “yo daré la mitad de mi vida para que mis adversarios puedan defender lo que ellos defienden, la otra mitad me la reservo porque quiero combatir para que no lo consigan, pero tienen derecho a defenderlo”. Entonces, ese reconocimiento de que son tan legítimos unos como otros, es lo que refleja la Constitución del 78.
Yo daré la mitad de mi vida para que mis adversarios puedan defender lo que ellos defienden, la otra mitad me la reservo porque quiero combatir para que no lo consigan, pero tienen derecho a defenderlo».
La campaña electoral del 77
En el 77 la campaña fue una fiesta, una verdadera fiesta, porque nadie sabía nada de eso, entonces todo el mundo improvisaba y los había malísimos y buenísimos, pero no se sabía hasta que no se subía a la tribuna y hablaba “este no sabe ni de lo que está hablando” y otro decía “que discurso da de impresionante”, pero era la primera vez que se hacía. Fue una auténtica fiesta y la gente fue con una alegría extraordinaria.
Los que teníamos una responsabilidad política, teníamos la preocupación de que después de esto venían más cosas, venía el compromiso de gobernar, al que le tocara gobernar. El 15 de junio del 77 se terminan las elecciones, se hacen las elecciones, hay un plazo ahí para componer la Cámara, que se compone el 22 de julio, la primera vez que nos reunimos aquí fue el 22 de julio y el 2 de agosto ya estamos los de mi partido, los del Partido Socialista, reunidos en Sigüenza, en el Parador de Sigüenza pasamos tres días elaborando una Constitución. Lo cual siempre es magnífico porque los demás no traían un proyecto, tenían sus ideas, pero no tenían un proyecto.
Teníamos ya la idea de que a partir del 15 de junio nos tocaba una gran responsabilidad como la de redactar una Constitución, tarea en la cual éramos todos absolutamente neófitos».
Yo siempre le digo a la gente que se dedica a la política o que pretende dedicarse: mire, cuando vaya a una reunión lleve un papel, que el que lleva un papel es el que gana porque a partir de ese papel, como los demás no llevan papeles, todo el mundo da vueltas, quiere corregir, quiere modificar, pero alrededor del papel. Nosotros elaboramos en Sigüenza una Constitución y la trajimos aquí a la ponencia y a la comisión y claro, teníamos la ventaja de que era el único documento que había. Teníamos ya la idea de que a partir del 15 de junio nos tocaba una gran responsabilidad como la de redactar una Constitución, tarea en la cual éramos todos absolutamente neófitos. Estábamos sin tener idea, ¿quien podía haber participado en una elaboración de una Constitución después de cuarenta años sin votaciones, cuarenta y dos años sin elecciones?. La línea de salida era para todos igual, para los que sabían y para los que no sabían, y ya después cada uno tuvo la capacidad de demostrar que estaban mejor predispuestos o no.
Consensos y renuncias
En primer lugar, de ese texto quedó mucho en el texto final de la Constitución, yo siempre advierto para quien quiere conocer esto, que tomen la tabla de Derechos y Libertades de la Constitución, capítulo muy importante de una Constitución, Derechos y Libertades y la comparen con una tabla de Derechos y Libertades que aprueba el partido socialista en diciembre del 76, antes de las elecciones. Esa tabla la había hecho por encargo mío y por corrección mía Gregorio Peces Barbas. Esa la llevamos nosotros a nuestro proyecto y esa es la que prácticamente figura en la Constitución.
Si estuviera yo solo modificaría muchas cosas, pero es que una Constitución hecha por uno no sirve para nada, tiene que estar con el acuerdo de todos porque son las reglas del juego. Y si el conjunto no acepta las reglas del juego, no funciona el texto».
Se puede comparar del 76, diciembre del 76, con la Constitución del 78 y se verá que es prácticamente la misma. De eso me siento yo muy orgulloso. Luego hay que renunciar, porque claro, un consenso la gente lo define de muchas maneras, “el acuerdo de todos…” y yo lo puedo definir de una manera muy clara y un poco desgarradora para alguno, pero es la verdad: “el consenso es el catálogo de la renuncia que tienen que hacer todos los partidos para llegar a un acuerdo”. Es la verdad, y cada uno tuvo que renunciar a un poco. Yo renuncio a esto, de todo lo que quiero renuncio a esto poco, si tú renuncias un poco, el otro, otro poco y así nos ponemos de acuerdo. Por eso, cuando alguno me pregunta: ¿Pero tú que modificarías de la Constitución? ¿Yo solo? Si estuviera yo solo modificaría muchas cosas, pero es que una Constitución hecha por uno no sirve para nada, tiene que estar con el acuerdo de todos porque son las reglas del juego. Y si el conjunto no acepta las reglas del juego, no funciona el texto.
Un acuerdo con todos, y que sirva para todos
En aquella ocasión lo que nosotros nos decíamos por dentro es: esta vez tiene que salir, se ha intentado durante dos siglos llegar a un acuerdo que sirva para todos y nunca ha salido, esta vez tiene que salir. Entonces, al decir esta vez tiene que salir, decíamos: hay que tener a todos. Los nacionalistas nunca habían participado en la conformación del Estado, teníamos que tener a los nacionalistas, pero no cabían en la ponencia. Entonces, como había un partido, UCD, Unión Centro Democrático que tenía tres representantes en la ponencia, yo intenté que ellos se dieran uno para que estuvieran representado los nacionalistas. Ellos no lo aceptaron y entonces el PSOE que tenía dos, uno de ellos era yo, yo dije bueno yo doy un paso atrás para que haya un representante nacionalista que entonces representaba al grupo vasco-catalán.
Por eso, cuando los vascos dicen: “no tuvimos representantes”, eso no es verdad, el grupo parlamentario era vasco-catalán, y el señor Roca, que fue quien ocupó esta plaza, representaba a los dos. Después, además, como hubo que llegar a acuerdos durante la noche, porque de día no se llegaba a un acuerdo en la ponencia, entraron todos y, además, entraron los del PNV, no indirectamente por Roca, sino teniendo presente al señor Arzalluz o a quien fuera. Es decir, que hubo en la conformación un espíritu de que estuviera representado todo. Luego sirvió para poco, porque uno de ellos, el PNV, no aceptó la Constitución, se abstuvo. Se dice por ahí que en el País Vasco no se aprobó la Constitución y eso es falso, se aprobó, en las tres provincias se aprobó, hubo más «síes» que «nóes» sin duda, lo que pasa es que ellos quieren contar como «nóes» las abstenciones, y eso no vale en democracia.
Educación y modelo territorial, escollos en la negociación
El momento más complicado de todo fue el momento en el que se redactó en la Constitución el artículo 27 sobre la educación»
Yo no estaba en la ponencia, pero la participación del PSOE la dirigía yo. Como después nos reuníamos nocturnamente para llegar a acuerdos yo estuve en todas, claro. El momento más complicado de todo, creo yo, fue el momento en el que se redactó en la Constitución el artículo 27 sobre la educación, porque una parte de la Cámara, la más conservadora, pretendía que la educación quedase en manos de la enseñanza religiosa, y los demás no podíamos aceptar eso. Al final se llegó a un acuerdo intermedio “usted puede naturalmente profesar la religión que quieras, usted no puede procesar ninguna religión, se garantiza que si usted tiene una creencia sus hijos podrán tener garantizado que lo aprendan”. Luego la forma en la que se llegó a unos acuerdos con la Santa Sede en el 79 en el gobierno de UCD creó un cierto malestar pero, en principio, el momento de ruptura máxima fue ahí, incluso nosotros nos salimos de la ponencia en ese momento y estuvimos una temporada sin acudir a la ponencia porque no estábamos de acuerdo, hasta que ya dijeron, podemos negociar, se negoció y se llegó a un acuerdo más o menos suficiente.
Las negociaciones [sobre el modelo territorial] fueron complicadas, y fueron complicadas porque el Gobierno y los grupos nacionalistas se ponían de acuerdo en cosas que traían a la ponencia o a la comisión ya pactada, y entonces era muy difícil romperla. Yo me acuerdo por ejemplo el párrafo segundo del artículo 150 al que yo me opuse totalmente, la historia me ha dado la razón, eso ha impedido el cierre del proceso constituyente y ya lo traían negociado y no hubo manera. Y claro, tuvimos que ceder ahí para poder lograr el acuerdo general. Pero advertimos que sería un error muy grave, nos prometieron “no lo vamos a aplicar nunca” y dije “hombre si no lo vas a aplicar, no lo pongas”. Claro que lo han aplicado.
La presión social para que se alcanzara un acuerdo
Ese proyecto sale adelante por dos procedimientos, la presión desde abajo, de la sociedad que nos decían continuamente, a veces con palabras a veces con el espíritu “tienen ustedes que ponerse de acuerdo, tienen que ponerse de acuerdo”. Y eso es una presión que nos obligaba. Y luego, la negociación arriba. Se hacía negociación porque te lo estaban pidiendo y después se han inventado, algunos se han inventado, cosas muy raras como que se desmovilizó a la sociedad y… ¡Que va! Fueron los años en los que hubo más movilizaciones, más huelgas, más manifestaciones… No hubo ninguna desmovilización. Que se hizo un pacto de silencio y mentira… y se ha publicado más sobre la dictadura de España y la Transición que de ninguno otro acontecimiento de la historia de nuestro país, más que de la Guerra Civil incluso.
Hubo un estado de gracia para los negociadores porque la sociedad nos lo estaba exigiendo. Muchas de las renuncias, dolían un poco hacerlas, pero sabíamos lo que quería la población, que llegáramos a un acuerdo y eso fue lo que logró el acuerdo de todo, el consenso, un texto constitucional, que tiene cuarenta años de vida y que va a tener más, muchos más. Es verdad que se puede reformar y se debe reformar, pero la Constitución va a vivir mucho tiempo.
Los otros retos de la Legislatura Constituyente
Lo primero que hubo que hacer es una Ley de Amnistía, que ahora algunos que no saben nada de la historia pasada, ni se quieren enterar, dicen que fue una ley que había pedido la derecha, y no es verdad. En todas las manifestaciones del final de la dictadura, las pancartas decían en todas: libertad, amnistía y estatuto de autonomía, en todas. Y era la izquierda la que salía a la calle con esos carteles. Esto fue lo primero, porque para empezar a andar, teníamos que reconocer que los unos y los otros, lo que hubieran hecho quedaban sin persecución que era la historia de nuestro país, que todos los gobiernos perseguían a los anteriores y esto por primera vez esto no sucede, fue el primer compromiso. Pero había muchísimos problemas además del paso de la dictadura a la democracia, por ejemplo, la economía estaba destruida, la inflación llegó al veinticuatro y medio por ciento, una cosa espectacular. El paro iba creciendo continuamente, es decir, había que atajar eso, los pactos de la Moncloa que se hacen por los partidos políticos, al cual se suman los sindicatos, es lo que resuelve la situación económica.
Y luego teníamos una cosa también muy importante, España en el mundo no era nadie. En las cancillerías no se recibía a las autoridades españolas, había que hacer un acuerdo de todos para intentar formar parte de Europa. Todo eso se tiene que hacer al mismo tiempo, más la conformación del Estado de las Autonomías, todavía sin Constitución, que se empieza a crear la preautonomía con los representantes del Congreso y del Senado. Se forman unas ejecutivas de esas de preautonomías y en fin, había demasiados problemas a la vez, pero se lograron encauzar.
El 23-F
Durante los años 77-81 que se va construyendo la democracia, había un sector nostálgico que estaba en contra, que quería detener ese proceso democratizador, entonces a eso le llamábamos ruidos de sables que quería decir que en los cuarteles se movía la gente, se conectaba con la gente de la extrema derecha y había que controlar eso. Sin embargo, hay un momento con el gobierno de Adolfo Suárez cuando él anuncia que dimite, se va a nombrar al sucesor que es Calvo Sotelo y estando aquí en el Congreso entran unos señores como si fuera una obra del siglo XVIII y utilizando una palabrería de la Celestina, con grandes palabrotas, parecía una zarzuela de aficionados aquéllo. Y lo que vienen es a detener la democracia, sacan a los líderes de los partidos, sacan al presidente del Gobierno, al vicepresidente de la defensa y al ministro de defensa y luego sacan al líder socialista, Felipe González, y al líder comunista, Santiago Carrillo, pero querían uno más y me sacaron a mí, que yo no era ninguno de los líderes, pero bueno. Me tenían un cariño especial, ¿verdad?.
Pensaba en mi hijo que era muy pequeñito, mi hijo tenía menos de dos años al que yo cogía en brazos cada día y él con su manita me golpeaba aquí, así, y yo estuve toda la noche notando esos golpecitos de mi hijo».
Entonces nos traen aquí a este escritorio que está ahí al lado, el escritorio del reloj y nos colocan ahí separados a todos, querían que estuviéramos mirando a la pared y delante de cada uno había un señor Guardia Civil con una metralleta y sabíamos lo que iba a ocurrir, lo que podía ocurrir. Que ellos hicieran algún sacrificio de algunas personas para que no se detuviera, claro cuando estamos ahí yo pensaba sustancialmente en dos cosas, una muy personal, pensaba en mi hijo que era muy pequeñito, mi hijo tenía menos de dos años al que yo cogía en brazos cada día y él con su manita me golpeaba aquí, así, y yo estuve toda la noche notando esos golpecitos de mi hijo. Y luego, el otro pensamiento era otra vez empezar de nuevo, estos tíos acaban con la democracia, y los compañeros que queden, pues tendrán que volver a organizar clandestinamente y tenía mucha pena de que otra vez tuviera la gente que hacer lo que nosotros habíamos hecho durante veinte años.
Afortunadamente sobre las once y pico, yo oí pasar unos aviones y caro al oír pasar los aviones yo sabía que había fracasado el Golpe. ¿Y por qué? Podrían ser los triunfadores, pero no hombre, no… Si tu triunfas en un Golpe no sacas los aviones, los aviones los sacan para asustar aquí a los que estaban dando el Golpe. A partir de ese momento yo sabía que se había acabado. Entonces como la gente que estaba en el pleno pensaba que nosotros quizás no estábamos vivos, pues hice un pequeño ardid y le dije a bedel que pasó por aquí “oiga, dígale a mis compañeros que me envíen un abrigo que tengo frío” Yo no había traído abrigo, yo no tenía abrigo, pero lo entendieron enseguida y me dieron el abrigo de otro y me lo trajeron, además me hizo buen apaño porque aquí hacía frio. Pero, ahí ya sabíamos que eso había fracasado afortunadamente y fue un episodio que pudo dar al traste con la democracia, pero afortunadamente se controló en el que tuvo una enorme participación el Rey Juan Carlos.
Él sabía, estaba convencido y estaba decidido a que la monarquía no continuaría sino llegaba la democracia y él en todo momento estuvo apoyando el proceso de democratización y cuando lo quieren detener los que dan el Golpe, él sale a la televisión a decir “no no, estoy con la Constitución y a llamar por teléfono a los jefes militares de cada sitio con la Constitución”. Y eso realmente es un elemento central del fracaso con lo cual él fue determinante. Algunos dicen “ah, pero tardó mucho” y hombre seamos sensatos, si en aquel momento el Rey se pone de parte de los golpistas se ha acabado, se ha acabado. Se puso en contra, ¿a qué hora? Me da igual, si se pone a favor, se acabó. Pues lo hizo muy bien.
El inicio y el fin de la transición
Sobre la fecha de comienzo de la Transición hay distintas versiones, todas son legítimas. La mía personal es que la Transición comienza cuando se anuncia que el general Franco tiene flebitis, que está enfermo, este se va a morir porque con la edad que tiene y con una flebitis, se va a morir. Entonces, desde dentro de la dictadura y los contrarios a la dictadura se pone en marcha todo el mundo porque este se va a morir.
Yo creo que empieza ahí, ¿y cuando termina? Yo coincido, yo creo que termina en el 82, ¿por qué en el 82? Porque es el triunfo de un partido que había sido de los vencidos en la Guerra y eso es un cambio transcendental. Hasta entonces habían participado gobiernos que no es que no fueran democráticos, pero procedían de los que habían estado en la dictadura. Y el partido socialista había estado frente a la dictadura, es decir, que un partido de los vencidos en la Guerra llegue al poder esto es un cambio tan grande que yo creo que ahí se corta el proceso. ¿Y cuando de verdad, de verdad comenzó jurídicamente? El momento en el que las Cortes que surgen el 15 de junio del 77 decide que va a hacer una Constitución. Que este es una legislatura Constituyente que no fue convocada como constituyente. Cuando aquí se decide, esta legislatura es Constituyente, ahí ya el corte es total. Y algunos dicen, “bueno, pero no se cambiaron tantas cosas” que miren la disposición derogatoria y que compare con las disposiciones derogatorias de cualquier Constitución, se deroga todo, todo lo que era la legislación de la época de la dictadura, entero, todo. Citando una a una, fuero de tal, fuero de cual, todo, derogado. Es otro mundo, es otra realidad en la democracia.
La primera legislatura de Gobierno socialista
Todos eran problemas. La primera decisión que tuvimos que adoptar en aquel gobierno del 82 es: es tan grande el número de problemas que podemos atajarlos todos o ¿hay que hacer una lista por tiempos? Y, por otra parte, la gente tiene tantos deseos de que se resuelvan los problemas que, ¿podemos dejar a la gente esperando durante un tiempo? Y decidimos “vamos a atajarlos todos a la vez”.
Y lo hicimos todo. Con haber hecho tres, ese gobierno ya estaba justificado y tuvimos que acudir treinta o cuarenta todos. Con haber hecho una rebaja total de la fuerza del terrorismo que se hizo una operación muy dura que después, muy pronto después, logró la derrota del terrorismo, con haber logrado la integración en Europa como hicimos en tiempo récord y con haber resuelto los grandes problemas que tenía la economía, que era terrible, ya hubiéramos hecho una labor muy grande, pero es que hubo que hacer tantos asuntos, hubo que atender, todo el mundo tenía impaciencia y de ¿esto? Y ¿lo otro? ¿cómo se resuelve? Y hubo que echar mano de una paciencia y de una capacidad de trabajo muy grande y no había horario. La primera legislatura fue de veinticuatro horas sobre veinticuatro, pero funcionó.
En muy pocos años, España se homogeneizó porque había dos Españas, la urbana de las ciudades y la rural de los campos, de los pueblos.
Ahora, si a mí me preguntara, ¿de qué se siente más orgulloso de aquellos años? Voy a decir una cosa que no es lo que dicen generalmente los políticos, pero que a mí me impactó muchísimo. En muy pocos años, España se homogeneizó porque había dos Españas, la urbana de las ciudades y la rural de los campos, de los pueblos. Y no se parecían, no había servicios en los campos y sí los había en cierta medida en las ciudades, e igualar los servicios en las ciudades y en los campos fue extraordinario. A los cuatro años recuerdo que vino un representante, un miembro de un gobierno extranjero y me preguntó eso, ¿qué es lo más importante? ¿Qué es lo que más satisfacción le ha dado? Y le dije véngase conmigo y lo traje a la Plaza de Oriente donde paran los autobuses de las excursiones escolares y le dije vamos a esperar a un autobús cualquiera y vamos a ver que se bajen los chicos. Dígame estos chicos de donde son, ¿de una ciudad o del campo? Y salían de un lado y de otro y eran exactamente iguales, la ropa, los zapatos, las mochilas, vivían igual y tenían piscina, tenían gimnasio, tenían escuela, tenían hogares de día y tenían casas de cultura…
En muy poco tiempo, que es que en las ciudades todo eso existía, en los ocho mil pueblos de España no existían. Entonces, en muy poco tiempo se igualó y eso fue algo de resurrección de España, de una parte, importantísima de España. En realidad, yo me había inspirado en una obra que se había hecho durante la Segunda República, muy importante de difusión de la cultura, hasta las últimas aldeas. Logramos estabilizar la economía lo que nos permitió tener algunos recursos para cambiar la infraestructura que era imprescindible para que aumentara la producción. Si la producción aumentaba había más recaudación de impuestos que permitía crear más escuelas, crear más hospitales y, en fin, era una especie de elemento que uno no iba ligado con lo otro. Era una cadena, estaban los hechos encadenados y se hizo, yo creo que con éxito. España se reformó absolutamente, la España del 77, para no decir solo la etapa socialista del 77. Y la España del 92 se parecía muy poco, yo lo dije muy claro, no le iba a aparecer ni la madre… ni su madre vamos, lo dije con unas palabras un poco más fuertes.
De la Constituyente a la Décima: récord de legislaturas como diputado
Yo he estado mucho tiempo de diputado, 37 años, y alguno puede decir: “ah, ese se quedó dormido en la poltrona” pues no, porque para estar treinta y siete años, eso me obligó a presentarme once veces y once veces con más del cincuenta por ciento de los votos de mi provincia. Con el máximo de todos los partidos, de todas las provincias, once veces seguidas durante treinta y siete años, yo me lo trabajé. Y, además, para mí el Parlamento estaba antes que ninguna otra cosa. Yo he estado siempre en la sesión parlamentaria durante todo el tiempo, que yo creo que es la obligación de los parlamentarios.
Durante muchos años he hablado del bipartidismo, nunca hubo bipartidismo. En aquella época había trece fuerzas políticas en el Parlamento. Ahora, que dicen que no hay bipartidismo, hay trece fuerzas políticas».
Y he visto cambiar el Parlamento, si, lo he visto y he visto el Parlamento que venía y entonces me he marchado, literal. Durante muchos años he hablado del bipartidismo, nunca hubo bipartidismo. En aquella época que la gente hablaba de bipartidismo, había trece fuerzas políticas en el Parlamento. Ahora, que dicen que no hay bipartidismo, hay trece fuerzas políticas. La misma cantidad de fuerzas políticas había entonces que ahora. ¿Cuál es la diferencia? Que entonces los dos partidos más votados sumaban en torno al 80% y ahora suman en torno al 60%. Esa es la diferencia. Lo cual quiere decir que entonces dos partidos tenían una parte muy importante, ahora también pero menor, y otros partidos tenían más que lo que tenían los partidos menores, pero yo hago una operación cuando alguien me pregunta de esto, digo “ponte la mano en el corazón” y dime qué Parlamento te parece mejor, el aquel de bipartidismo o este”.
Un Parlamento fragmentado es más festivo, divierte más, los periodistas están encantados, pero hay que gobernar el país».
Desde mi punto de vista, ni de broma es este mejor, ni de broma. Un Parlamento fragmentado es más festivo, divierte más, los periodistas están encantados, pero hay que gobernar el país. Y es mucho más ingobernable un Parlamento muy fragmentado que un Parlamento que tenga más peso los partidos más importantes.
Entonces aquí en España se crean algunos tópicos y a esa ola se suben todos a la cresta, se crea el tópico y dicen “la mayoría absoluta es horrible”. Oiga, depende. Depende cómo lo haga el que tenga mayoría absoluta, aquí no hay principios inalterables. Entonces un Parlamento con un peso político fuerte donde fuerzas políticas se puedan entender llevando adelante la gobernación es mucho mejor para el país, para los ciudadanos, que un Parlamento a trozos donde nadie se pone de acuerdo. Eso a mí me parece muy claro, por tanto, yo no creo que sea mejor.
El sistema electoral español
Los grandes expertos hablan muy bien del sistema electoral español, lo que pasa que aquí detrás de cada elección el que no gana se pone a protestar contra la ley, le echa la culpa a la ley. Aquí ha habido un partido que sacó dos diputados y le echó una culpa absolutamente a la ley, el mismo partido, unos pocos años antes había sacado con la misma ley 22 diputados, aquella vez no protestó. Con la misma ley 22, con la misma ley 2. Entonces este, le echa la culpa a la ley, pero no es verdad.
Se gana por votos, no por leyes
Se gana por votos, no por leyes, las leyes no pueden cambiar, pueden favorecer un poco. En teoría electoral, hay un concepto que es la tasa de beneficio. ¿Qué partidos y cuántos se benefician en función de la ley? La tasa de beneficio en España es muy pequeña. Las últimas elecciones del año 2016, yo he hecho el cómputo y lo publico en el libro que acabo de publicar. Publico la tabla y la máxima desviación es para el Partido Popular que en lugar de tener uno que es la proporcionalidad pura, tiene 1,1, es 0,1 la diferencia. Y también digamos el castigo al ciudadano que es 0,7, son cifras muy pequeñas. Fíjese que hay países en los cuáles el que gana se le dan cincuenta diputados más por el hecho de ser el primero, eso aquí sería tremendo porque hay una diferencia de cero uno, o cero siete, bueno… un escándalo. Yo creo que la ley es muy buena, se puede reformar porque todo se puede reformar en la vida porque las acciones humanas todas son reformables, porque siempre se pueden cometer errores y porque la sociedad cambia, se puede reformar claro que sí, pero yo no soy contrario a esta ley.
¿Una segunda transición?
El primero que empezó a hablar en estos términos fue José María Aznar. Cuando llega al Gobierno dice “hay que hacer una segunda transición” y yo me quedé un poco, digo, «Vamos a ver” La Transición era de la dictadura a la democracia, en la segunda transición de la democracia a ¿Dónde? No lo entendía bien. Esto no sería una transición, una reforma, un cambio… ¿pero una transición?.
La obra humana tiene errores, pero la Constitución Española, es la obra más importante que han hecho los demócratas españoles desde el siglo XIX y el siglo XX».
Y ahora es verdad que hay alguno que dice “se fue demasiado lejos” los conservadores dicen “en la transición y en la Constitución se fue demasiado lejos” y los que se la dan de más progresistas, por lo menos ellos se llaman así, dicen “no, no se fue demasiado poco, tendríamos que haber ido mucho más lejos”. No llevan razón ninguno de los dos porque si hubiéramos ido un poco más lejos la mitad conservadora de la Cámara no lo acepta, y si hubiéramos ido un poco más cerca, al revés si íbamos más lejos no lo aceptan conservadores y sí es más cerca la mitad de la izquierda no acepta la Constitución.
Es decir, que fuimos a donde necesitaba el pueblo español que llegáramos, a un acuerdo entre todos. Porque si lo revolucionas la mitad no quiere, la mitad de España, la mitad de la Cámara, la mitad de España, y sí lo dejas con menos transformación, con menos cambios la otra mitad no hubiera aceptado. Yo creo que son errores que proceden ¿de qué? Proceden de que hay siempre un fenómeno en la vida política y en la otra vida también, en las empresas, en las universidades, siempre hay un fenómeno que cuando alguien se le tuerce la marcha de la política o de lo que sea, le echa la culpa a lo de antes, “no, no esto es de antes, no somos nosotros los incapaces, eran los otros los que se equivocaron”, no hombre no, aquello fue una cosa que fue saludada en el mundo entero como algo extraordinario. ¿Ejemplar? No nunca nada es ejemplar, siempre hay errores, la obra humana tiene errores, pero la Constitución Española, es la obra más importante que han hecho los demócratas españoles desde el siglo XIX y el siglo XX.
Reformas «en» la Constitución, no «de» la Constitución
Soy partidario de reformas en la Constitución, porque hay muchas cosas que, aunque entonces eran aceptadas por todos, hoy no son aceptadas por todos, porque la percepción de los ciudadanos cambia».
Cuando se habla de reforma de la Constitución, yo no soy partidario, pero si soy partidario de reformas en la Constitución, que son dos cosas diferentes. Reforma de la Constitución es un planteamiento constituyente, “hagamos un planteamiento…”. Yo creo que eso, primero, no se necesita, esta Constitución responde bien a la realidad, no se necesita, y segundo, no hay diputados para hacerlo, que esa reforma general necesita 233 diputados, ¿dónde están? Que se pongan de acuerdo. Pero es que además no lo necesitan.
Sin embargo, si soy partidario de reformas en la Constitución, porque hay muchas cosas que revisadas 40 años después dices, “oye, esto no creo que acertáramos, podemos cambiarlo”, y otras cosas, que, aunque entonces eran aceptadas por todos, hoy no son aceptadas por todos, porque la percepción de los ciudadanos cambia.
Entonces hay que poner el lenguaje a tenor de los ciudadanos. ¿A quién se le ocurrió entonces eso de en la sucesión hubiera una discriminación de la mujer respecto del hombre? No se le ocurrió a nadie, el artículo 57. Aún, en el artículo 58, no hay nadie que caiga, yo lo he repetido muchas veces, que hay una discriminación contra el hombre, y nadie se le ocurre decirlo. ¿Qué pasa? Que hay momentos que esa sensibilidad no existe, y pasa el tiempo y si existe, hoy si existe para la discriminación del 57 de la mujer y aún no existe para la discriminación del 58 del hombre.
Se pueden hacer muchos cambios, si yo hiciera los cambios yo solo, yo tengo localizado 96 artículos que cambiaría, pero claro si lo cambio yo solo no tiene ningún valor, tienen que estar de acuerdo también los demás, y los demás pueden decir “no, no esto usted quiere y no quiero yo”, y hay que llegar a acuerdos, ¿verdad? Pero hay muchas cosas, fundamental hay una, que yo expondría a estudiar, porque es difícil, muy difícil, y es que, los derechos sociales en la Constitución están tratados de dos formas. Hay un derecho que es la educación, que está en el capítulo de “Derechos y libertades” por tanto usted lo puede exigir ante un tribunal.
La educación es derecho fundamental y los otros derechos sociales no son fundamentales. Transformar estos derechos en fundamentales, sería un paso gigantesco. No lo tiene ninguna Constitución debo decir, esto sería un avance mundial»
El resto de los derechos sociales, la vivienda, la pensión, la salud… está en el capítulo de “Los proyectos económicos” y por lo tanto usted lo puede exigir al gobierno, pero no a los tribunales. Es decir, que si la educación es derecho fundamental y los otros derechos sociales no son fundamentales. Transformar estos derechos en fundamentales, sería un paso gigantesco. No lo tiene ninguna Constitución debo decir, esto sería un avance mundial. Sí lo tiene la carta europea de Lisboa, ese incluyó que eran derechos fundamentales en la carta de Lisboa, pero ningún país europeo lo ha llevado a la Constitución, ninguno. Y esto es una cosa, que yo no digo que hay que hacerlo, pero que habría que estudiar si pudiéramos hacerlo. Eso sería un cambio absolutamente extraordinario. Cambiaría la realidad jurídica de la Constitución de España y probablemente después del resto de los países europeos.
El mayor avance: la libertad
Lo principal es el cambio de un régimen totalitario a un régimen democrático, la libertad, la libertad es lo primero. ¿Qué quiere el ser humano? De verdad ¿qué quiere? El ser humano quiere pocas cosas, pero las tiene muy claras. Quiere ser querido, eso es evidente, todo el mundo quiere que le quieran. Segundo, quiere seguridad y tercero quiere bienestar. En estos 40 años, la gente se ha querido más porque ha sido más libre, y se ha querido de otras formas, además. Ha habido más bienestar y ha habido más seguridad que en una dictadura. Estas tres se han completado, yo creo que, de una manera extraordinaria, pero si hay que resumirlo en una sola palabra, libertad.