Cronistas parlamentarios: Blanco-White

 

Las sesiones, los debates, la vida política dentro y fuera de los lugares en los que se reúnen las cortes y uno de los principios esenciales del parlamentarismo, el de publicidad, no se entenderían sin el papel de la prensa. Escritores y periodistas han contado desde los albores del parlamentarismo lo que ocurría en las Cámaras. En el caso español lo hicieron desde las propias Cortes de Cádiz, en las que las crónicas periodísticas hacían las veces de acta de los debates del Parlamento, antes de que naciera el Diario de Sesiones.

Fueron precisamente las Cortes de Cádiz, las que alumbraron la Constitución de 1812 que este 19 de marzo cumple 211 años, las que reconocieron en nuestro país la Libertad Política de Imprenta. Los “plumillas” ya relataban, en esas primeras décadas del Siglo XIX, no sólo el discurrir de las sesiones parlamentarias, sino también las conversaciones dentro y fuera del Hemiciclo. En definitiva, desde el salón de sesiones o los pasillos, pluma y papel en mano, los cronistas trasladaban a la calle lo que sucedía en el ágora.

Uno de los primeros periodistas políticos fue José María Blanco White (1775-1841), o Juan Sin Tierra, como firmaba algunos de sus artículos en el periódico que fundó en Londres. Fue considerado uno de los primero exponentes del periodismo crítico en España, que ejerció con un peculiar estilo en el que alternaba costumbrismo, humor, narrativa y descripción para contraponer la cultura y las costumbres, también las parlamentarias, españolas y británicas.

Con este retrato de la figura, la obra y la influencia de Blanco White, un “adelantado a su tiempo, con valentía, honestidad y lucidez”, como le describía su declarado admirador Juan Goytisolo, abrimos esta serie de artículos dedicada a los cronistas parlamentarios del siglo XIX y del siglo XX.

 

 

¿Quién fue Blanco White?

Caricatura José María Blanco White

También conocido como José María Blanco Crespo, fue escritor, pensador, teólogo y periodista. Nació en Sevilla en 1775 y falleció en Liverpool en 1841. Fue en el país en el que murió donde, a pesar de sus méritos en España, tuvo más impacto.

Su padre Guillermo Blanco, alias White, era comerciante de ascendencia irlandesa y vicecónsul inglés en Sevilla. Su madre, María Gertrudis Crespo y Neve era de familia hidalga española. Su infancia fue dura, detalla la Real Academia de la Historia. Odiaba el comercio al que lo habían condenado, no le permitían relacionarse ni jugar con otros niños de su edad para evitar aprender cuestiones prohibidas y entre sus pocas distracciones estaba la lectura, por un lado, y las lecciones de violín, por otro.

En 1805 se mudaría a Madrid para participar, sin retribución, en la Comisión de Literatos del Instituto Pestalozziano donde, gracias al favor de Manuel Godoy, fue nombrado preceptor del infante don Francisco de Paula por un corto periodo de tiempo.

Quiso alejarse del negocio familiar, ya que siempre se había mostrado más interesado por el latín y las letras. Muy joven declaró su intención de convertirse en sacerdote y se ordenó años más tarde, en 1799, pero tiempo después una profunda crisis lo llevó a colgar los hábitos. Tras estallar la Guerra de la Independencia volvió a Sevilla, en enero de 1810 se trasladó de Sevilla a Cádiz y en febrero partió para Inglaterra para no volver.

Así, la vida de Blanco White fue intensa, y en ella pueden diferenciarse dos etapas clave: la española, hasta 1810, y la inglesa, que le valió la consideración de pionero de la prensa política en el exilio londinense, desde las páginas de su periódico El Español.

En 1832 se trasladó a vivir a Dublín, donde permaneció hasta principios de 1835. Se marchó después a Liverpool, donde murió en 1841.

Entre el cuento y el artículo, el peculiar estilo de White

Con un estilo crítico y audaz,  Blanco White retrataba las  costumbres españolas e inglesas, bailando entre el romanticismo y el realismo. Investigadores de su figura describen su obra  como un híbrido entre “el cuento y el artículo, la claridad expositiva e informativa y el arte interpretativo, la narración y la descripción, lo histórico y lo social”.

El exilio en Inglaterra marcó su prosa, que también utilizaba para abordar la cuestión de la identidad nacional. Así, Blanco oscila entre el recuerdo de su país de origen, perdido para siempre, al que critica pero que a menudo añora, y la idealización de su nueva patria.

“Es, a mi juicio, fruto de un mestizaje entre el rigor racionalista de la Ilustración y la exaltación vital del romanticismo. Podría situarse su perfil entre los de Jovellanos y Larra”.

Estas palabras de Fernández-Carnicero González describen el estilo de Blanco White, que encarna actitudes contradictorias “reforzadas por la circunstancia de su desarraigo en Inglaterra, adonde llega en 1810 en plena guerra española de la Independencia, con los resentimientos a veces infundados que alimenta todo alejamiento forzado de la tierra de origen”.

Siguiendo a Fernández-Carnicero González, su prosa es “la de un auténtico cultivador de la libertad de expresión” y sus ideas, una vez situadas en aquella circunstancia histórica, mantienen hoy su vigor originario.

Por su parte, Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles y en ensayos posteriores como Crítica histórica y literaria retrata a Blanco White como un renegado de su patria y su religión, con el “agravante” de no mantener criterios estables.

Guerra, exilio y Cortes de Cádiz: el contexto de la obra de Blanco White

El contexto histórico y político es esencial a la hora de entender y analizar el panorama periodístico, los asuntos que se abordan en las publicaciones y los recursos estilísticos y narrativos para plasmarlos en papel. En el caso de Blanco White, sus primeros años de adultez estuvieron marcados por la ilustración española, tardía en comparación con otros países europeos, y posteriormente por la invasión napoleónica de España.

En 1808 se declaró patriota y comenzó a colaborar en Semanario Patriótico por un corto periodo, entre 1808 y 1809. Sus críticas le valieron la consideración de persona non grata por la Junta Suprema de España.

Seminario Patriótico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En 1810 se exilió a Inglaterra. En Londres publica El Español (1810-1814), periódico prohibido en España, desde cuyas páginas se mostró crítico con las autoridades españolas y comprensivo con los revolucionarios hispanoamericanos que empezaban a levantarse contra la Corona.

Contrario a los franceses, pero resentido a su vez con España, Blanco White encontró en su exilio voluntario a Inglaterra un país donde comenzar de cero y sentar cátedra con sus publicaciones.

Este periodista liberal encontró en este conflicto armado la fórmula para narrar, desde Inglaterra, lo que sucedía en su país natal a través de la publicación mensual El Español, en la que fue desgranando, desde su nacimiento en 1810 hasta el último número, publicado en 1814, sus teorías sobre la situación política española, coincidiendo con el nacimiento en España del parlamentarismo moderno.

Sus colaboraciones en este periódico, firmados con sus iniciales – B.W.- y con el seudónimo Juan Sin Tierra, denotan la evolución de sus opiniones políticas, desde su jacobismo inicial a un liberalismo moderado, con influencia del pensamiento político de Edmund Burke. Así se pone de manifiesto en el último número publicado, en junio de 1814, en el que relata, en referencia a las Cortes de Cádiz, cómo “el edificio que con tal estéril afán habían elevado sobre arena, vino completamente a tierra”.

El Español

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el primer número de El Español, Mr. White, anunciaba sus intenciones con esta publicación y su respeto a la prensa nacional inglesa:

“Sería una vanidad ridícula que un extranjero quisiese competir en ilustración o en noticias con los papeles nacionales que casi inundan a esta capital inmensa o que exagerando su patriotismo pretendiese aparecer como un nuevo y temible atleta en las contiendas políticas de Europa. Es verdad que el autor se gloria de tener algún derecho al título de amante de la causa española; pero confiesa que cuando escribió en España la parte política del Semanario Patriótico, ni ahora que piensa seguir una carrera semejante bajo el amparo de una nación con quien tiene las más estrechas relaciones de origen, nunca ha intentado otra cosa que oponer a la injusticia de Bonaparte el pequeño obstáculo que sus fuerzas le permiten, difundiendo en la opinión pública las máximas que hacen aborrecible todo género de tiranía”.

También remarcaba en este primer ejemplar su otro público objetivo: los españoles de América. A ellos, les dedicaba las siguientes líneas:

«Pero hay otra España libre que debe llamar la atención de todos los enemigos de la tiranía francesa, los españoles de América necesitan nuestros consejos, hijos de una amarga experiencia. Es justo que les pintemos lo que sufrimos, es justo que conozcan a los malvados astutos, que después de haberse cebado en la sangre de sus hermanos de España, están queriendo engañar a los del Nuevo-Mundo para disfrutar exclusivamente sus riquezas. Los mares no los ponen a cubierto de la intriga Francesa, y aun cuando no puedan intentar allí una conquista, intentarán que prenda el fuego de la discordia en las vastas regiones adonde no alcanzan sus armas.»

En los números posteriores, Blanco White reflexionaba sobre todo lo que iba aconteciendo en España. El 30 de marzo de 1812, solo 11 días después de la proclamación de nuestra constitución, la ‘Pepa’, White publicaba en El Español sus opiniones sobre la nueva Regencia de España y sobre los primeros días de la Constitución de Cádiz:

“Las Cortes han hecho ya su Constitución; buena o mala, mediana o excelente, no es este tiempo de disputarlo, ni acaso alcanza la previsión humana á discurrirlo con entero acierto. Cumplido el principal objeto con que se juntaron, deben disolverse sin tardanza, y dejar a las futuras Cortes el derecho de sancionarla”.

Sus críticas a las Cortes de Cádiz y a la Regencia, que no sólo se encuentran en este ejemplar de finales de marzo del 1812, acabarían provocando que el gobierno español llegase a dictar una real orden que prohibía la circulación de El Español.

En este sentido, Checa Godoy definió los escritos de White como “la más relevante crítica a las Cortes de Cádiz pero también a las Juntas y a la Regencia, desde el liberalismo”.

La pluma de White ha sido, sin duda, una de las más críticas con España y sus Cortes, con los españoles y sus costumbres, con los franceses invasores y con la vida de aquellos que no huyeron de su país como tuvo que hacerlo él, a pesar de haber sido una opción y por tanto una decisión voluntaria y no de obligado cumplimiento.

Pero fue esto precisamente, su contexto vital e histórico, lo que marcó su forma de contar lo que sucedía en una España convulsa necesitaba de conocimiento y, a su vez lo que llevó a consagrarse como uno de los principales cronistas políticos de la época, a pesar de ser perseguido en su país natal y glorificado en el país que lo acogió y adoptó, la Inglaterra del siglo XIX.

Blanco White por Gallego y Rey, con la colaboración de Goya

 

Algunas de las más prestigiosas plumas de la literatura española de los siglos XIX y XX ejercieron como cronistas parlamentarios y nos legaron así testimonios históricos que nos permiten ver, con la perspectiva de hoy, nuestra trayectoria parlamentaria y la evolución del periodismo político.

La presencia y el papel de los cronistas en el Parlamento no solo ha dejado la huella escrita de sus artículos, también es homenajeada con la exhibición de una serie de retratos realizados por algunos de los más importantes dibujantes del siglo XX, que con sus viñetas en prensa nos han regalado el retrato gráfico, humorístico y satírico de las noticias del día durante  años.

En esta colección de 18 retratos , que se exhibe precisamente en uno de los lugares más transitados de la Cámara, junto a la Sala de Prensa, el periodista que nos ocupa en este primer artículo de la serie aparece dibujado por José María Gallego y Julio Rey.

En la caricatura de José María Blanco White, los dibujantes llaman la atención sobre su fisionomía, profundos ojos azules, una larga y afilada nariz, y sobre su vestimenta. Pero más allá de estos rasgos, Gallego y Rey dejaron constancia en su retrato del momento histórico que marcó la obra del periodista, a quien representan escribiendo su crónica con la sangre que emana de una pluma sustituida por una de las figuras que protagonizan el cuadro ‘Los fusilamientos del tres de mayo’ de Francisco Goya.

Gallego y Rey, madrileños del 55, trabajaron por separado en la redacción de Diario 16 hasta que en los 80 se convirtieron en una de las ‘parejas’ más conocidas del país. En 1996 se mudaron a El País y a El Mundo y dieron el salto a la televisión con una tira de humor en un informativo.

También han ilustrado La Historia de España en sellos y sus dibujos se pueden encontrar en Marca, Interviú y El Jueves y su trabajo ha sido galardonado con premios como el Salvador de Madariaga, el Gat Perich, el Tono o el Estrellas del Humor.

Firma Gallego y Rey