"Estábamos en el palco de un teatro: a nuestro lado, en localidades iguales, veíamos multitud de señoras y caballeros, embajadores, y otros personajes. Abajo, en lo que llamábamos patio, los diputados ocupaban sus asientos en dos alas de bancos".
Aunque no lo parezca por el entorno que describe, Benito Pérez Galdós está realizando, desde sus Episodios Nacionales, una verdadera crónica parlamentaria. La escena que narra está sucediendo en un teatro, pero se trata de una sesión de las Cortes de Cádiz. ¿Cómo un teatro de San Fernando, en Cádiz, acabó siendo el escenario de las primeras Cortes modernas de España?
Para comprenderlo hay que remontarse a la Guerra de la Independencia. En 1810, mientras el ejército francés avanzaba por el territorio y el pueblo se levantaba en armas contra la invasión, se convocaron las Cortes. Unas Cortes que se reunieron en un escenario singular: la isla de León, actual ciudad de San Fernando, en Cádiz. Estas Cortes, elegidas por sufragio, debieron hacer frente a un gran inconveniente: el avance del ejército extranjero. Con la mayor parte del país ocupado, los diputados fueron llegando a esa pequeña zona sin conquistar para desempeñar sus funciones.
El 24 de septiembre de 1810 juraron su cargo en la Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro y San Pablo, para acudir después al Teatro Cómico. Este es el primer escenario de las Cortes de Cádiz.
El teatro era el único lugar con las condiciones necesarias para celebrar las sesiones: su capacidad, su forma y su buena acústica convirtieron el escenario teatral en el escenario de las primeras Cortes modernas.
Como se muestra en un grabado de la época, el patio de butacas se acondicionó como salón de sesiones, presidido por un retrato del Rey. En el centro se instaló una mesa para el presidente y los secretarios. Desde entonces, el término “Mesa” se emplea en el argot parlamentario para referirse al órgano rector de la Cámara.
En los debates celebrados en el teatro surgen acuerdos tan importantes como los relativos a la soberanía nacional, la libertad de imprenta o la necesidad de una nueva constitución política para el Reino.
El 11 de febrero de 1811, después de debatir la necesidad de cambiar de ubicación por el avance de las tropas francesas y por la aparición de enfermedades como la fiebre amarilla, las Cortes se trasladan a una nueva sede: el salón de Cortes en la ciudad de Cádiz.
En este caso, el lugar escogido fue el Oratorio de San Felipe Neri, que reunía las características arquitectónicas necesarias: planta ovalada, sin pilares, y con estancias que podían servir como secretaría, biblioteca o archivo. Además, como el espacio era similar al Teatro Cómico, bastó con trasladar gran parte de los muebles de un lugar a otro.

Si el teatro fue el primer gran escenario de las Cortes, el oratorio fue el lugar donde se representó la escena principal de este periodo: allí se aprueba la Constitución de 1812, uno de los mejores modelos del primer constitucionalismo occidental. En esos debates se aborda, entre otros asuntos con trascendencia histórica, la idea de que el poder no puede ser absoluto, sino limitado, y debe responder a la voluntad general de la nación.
El 14 de septiembre de 1813 se dan por finalizadas las Cortes extraordinarias y el uno de octubre comienza en las sesiones ordinarias. En este momento, deciden volver a Madrid, aunque en su vuelta un nuevo brote de fiebre amarilla obliga a los diputados a instalarse, de nuevo, en la isla de León.
Sin embargo, esta vez no pudieron regresar al Teatro Cómico: el propietario se negó a volver a arrendar el edificio porque aún se le debía una cantidad de dinero de la etapa anterior. Así, las Cortes se instalaron de manera provisional en el convento de los Carmelitas Descalzos para, a finales de 1813, abandonar Cádiz. Madrid pasaba a ser el nuevo escenario.
Un escenario inmortalizado
Uno de estos escenarios está muy presente en el Congreso. En el Salón de Sesiones, cerca de la presidencia de la Cámara, encontramos un cuadro que nos traslada a uno de estos momentos clave del constitucionalismo español.
El pintor José María Casado del Alisal inmortalizó el momento en que los primeros diputados de las Cortes de Cádiz juraban su cargo el 24 de septiembre de 1810 en la Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo de la Isla de León.
En la obra se observa el momento en que, tras la misa pronunciada por el cardenal-arzobispo de Toledo, el obispo de Ourense realiza las preguntas del juramento y los diputados responden de dos en dos, colocando su mano derecha sobre los evangelios.

El artista representó a algunos de los protagonistas de aquel día. Los dos personajes más destacados son clérigos: en la parte izquierda se ve, como figura principal, al arzobispo de Toledo, Luis María de Borbón, único miembro de la familia real que permanece en España; mientras que, frente a él se sitúa un sacerdote en el momento de su jura. Posiblemente se trate de Muñoz Torrero.
Junto al arzobispo de Toledo encontramos a un tercer prelado: el presidente del Consejo de Regencia, Pedro Quevedo y Quintano.
En el otro lado del estrado se encuentra un notable con un documento en la mano, donde seguramente estaban escritas las preguntas del juramento. Nicolás María Sierra, secretario del despacho de Gracia y Justicia fue el encargado de leerlas.
El resto de personajes representan a los parlamentarios que asistieron al juramento. Entre ellos se puede distinguir a algunos que desempeñaron una importante labor en el desarrollo legislativo y constitucional, como Agustín Argüelles.
De esta manera, las Cortes de Cádiz están siempre presentes en uno de los lugares en los que la sociedad española está representada en su conjunto: el hemiciclo del Congreso.