El amanecer de la ‘belle epoque’… segunda década de cine (1989-1998)

Dic 14, 2018 | CONSTITUCIÓN 40, NUESTROS 40

Amanecía el enero de 1989 con el estreno de uno de los títulos más importantes para el futuro de la cinematografía española, y más concretamente para la comedia. José Luis Cuerda exploraba el humor absurdo y sintetizaba en Amanece que no es poco (1989) el surrealismo con el costumbrismo de las regiones de la Castilla rural. El éxito en forma de premios, sin embargo, fue para El sueño de un mono loco (1989), de Fernando Trueba, una coproducción francoespañola con el estadounidense Jeff Goldblum como protagonista.

Esta película sería para Fernando Trueba el paso previo a su verdadero éxito. En 1992, una década después de que Garci trajese a España el primer Óscar,  Trueba recibía la estatuilla de manos de Anthony Hopkins antes de agradecérselo a Billy Wilder. La película, con Penélope Cruz, Jorge Sanz, Fernando Fernán Gómez o Ariadna Gil, entre otros, también obtuvo nueve premios Goya. Belle Epoque (1992) narra la historia de un joven Jorge Sanz que, en los primeros años de la Guerra, acaba escondido en una casa con cuatro mujeres.

Ya en la década de los noventa, Carlos Saura, de la mano de Rafael Azcona, vuelve la vista a la Guerra Civil para adaptar la obra teatral ¡Ay, Carmela! (1990). Con un elenco encabezado por Carmen Maura, Andrés Pajares o Gabino Diego, la cinta arrasa en los premios Goya compitiendo con ¡Átame! (1989) de Pedro Almodóvar y Las edades de Lulú (1990), de Bigas Luna, adaptación de una novela de Almudena Grandes.

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Julio Medem irrumpía en 1991 con una sorprendente Vacas (1991) en la que retrataba el País Vasco desde finales del siglo XIX a través de la historia de dos familias. Con ella consigue el Goya al mejor director novel y, sobre todo, el respeto de la crítica. Su consagración llegará en 1998 con Los amantes del círculo polar (1998), una historia protagonizada por Fele Martínez y Najwa Nimri en la que explora los límites del amor y sus relaciones con el destino, la vida o la muerte. Antes, con La ardilla roja (1993), había cruzado las fronteras nacionales y su nombre haciéndose un nombre en el panorama internacional.

Mientras directores jóvenes como Medem se iban haciendo un hueco en las pantallas españolas, otros realizadores iban dejando sus últimos títulos en su testamento cinematográfico. En 1993 José Luis Berlanga dirigía Todos a la cárcel (1993) una disparatada comedia ambientada en la modelo de Valencia que le vale su último premio Goya a mejor director y mejor película. Juan Antonio Bardem, tras algunas incursiones en televisión, termina su carrera con la irregular Resultado final (1997).

Otros como Vicente Aranda, Carlos Saura, Pilar Miró o Víctor Erice, protagonistas de una generación anterior, producen aún títulos de alto nivel como El sol del membrillo (1992), en el caso de éste último. El documental de Erice profundiza en la figura del pintor Antonio López y su proceso de creación. Saura alternará el documental de Flamenco (1995) con la ficción en Taxi (1996), mientras que Pilar Miró adapta el clásico El perro del hortelano con el que consiguió 7 premios Goya, entre ellos, el de mejor dirección, en el año de su fallecimiento. Por su parte, Vicente Aranda abordará el tema de la mujer en la Guerra Civil con Libertarias (1996), con Ana Belén, Victoria Abril o Ariadna Gil.

A finales de la década pasada Imanol Uribe se había consagrado como un director con una interesante mirada desde el País Vasco con películas como La muerte de Mikel (1984) o El proceso de Burgos (1979). Con Días Contados (1994) obtiene el reconocimiento en forma de premios con ocho premios Goya -entre ellos reconocimientos a Carmelo Gómez, Javier Bardem y Ruth Gabriel– y la Concha de Oro en San Sebastián en un thriller en el que se entremezclan el terrorismo de ETA y la prostitución.

El mismo año que Uribe triunfaba con sus Días contados, Montxo Armendariz llevaba a las pantallas un retrato certero de la juventud de la época con Historias del Kronen (1995), adaptación del libro de José Ángel Mañas. Unos jóvenes Juan Diego Botto y Jordi Mollà son los protagonistas de un retrato del mundo de excesos, drogas y alcohol que rodea el Kronen, el bar en el que se reúnen, reflejo de la España del momento.

También representante del cine vasco, Armendariz había tocado temas intimistas como la inmigración subsahariana en Las cartas de Alou (1990) o la relación entre padres e hijos en Secretos del corazón (1997), nominada a los Óscar a mejor película de habla no inglesa.

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En 1995 un joven Álex de la Iglesia rompía los esquemas del género con El Día de la Bestia (1995), una comedia que se mezclaba con el cine terror. Un estilo que ya se intuía en Acción mutante (1992), pero que con la película protagonizada por Álex Angulo y Santiago Segura logra el reconocimiento tanto de la crítica, con 6 premios Goya, como del público.

Aquel mismo año Fernando Trueba, aprovechando su éxito en los premios Óscar con Belle Epoque (1992), decide probar suerte en Hollywood con su película Two Much (1995), protagonizada por Antonio Banderas y Melanie Griffith. En España Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995), del hasta entonces guionista Agustín Díaz Yanes acaparaba la mayoría de los premios Goya de un año en el que también competían La flor de mi secreto (1995), de Pedro Almodóvar o Boca a boca (1995), de Manuel Gómez Pereira.

Entre toda esa vorágine de películas y premios surgía una joven cineasta, conocida por su papel en El Sur (1983) de Victor Erice. Icíar Bollaín estrenaba en 1995 su ópera prima, Hola, ¿estás sola?, con Silke y Candela Peña en los papeles protagonistas, una roadmovie sobre la iniciación de la edad adulta, la amistad y el amor que sirve de anticipo a futuros éxitos.

1996 será un año clave para el cine español contemporáneo. Alejando Amenábar firmaba el mejor debut cinematográfico en años con Tesis (1996), obteniendo siete premios Goya y el aplauso unánime del público. Con su thriller ambientado en las aulas de la Facultad de Comunicación de la Complutense, reflexionó sobre las snuff movies y el morbo ante la muerte. Su impresionante debut no la impidió superar las expectativas un año después con Abre los ojos (1997), una película aún más ambiciosa y con Eduardo Noriega como protagonista. Su éxito tanto dentro como fuera de España le valió la compra de sus derechos por Tom Cruise para adaptarla en Vanilla Sky (2001).

Si Amenábar había irrumpido con fuerza en el género dramático, la comedia incorporaba en 1997 a Juanma Bajo Ulloa como otro de sus nuevos representantes. Con Airbag (1997) firma una historia de humor disparatado con diálogos punzantes y personajes políticamente incorrectos. Ya a principios de los noventa había dejado muestras de su nivel tras la cámara con películas de un registro muy diferente: Alas de mariposa (1991), ganadora de la Concha de Oro, y La madre muerta (1992), premiada en Estocolmo y Montreal.

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A principios de los años noventa Fernando Trueba alcanzaba el éxito internacional con Belle Epoque, ambientada en el ocaso de la II República. Al finalizar la década repite la hazaña con La niña de tus ojos (1998), esta vez transportándose a la Alemania nazi de la mano de una compañía de actores españoles. La película tuvo 18 nominaciones a los premios Goya y repetían en ella algunos de los ya presentes en Belle Epoque como Penélope Cruz, Jorge Sanz o Jesús Bonilla. Ese año, sin embargo, la cuota española en los Óscar estuvo representada por El abuelo (1998) de José Luis Garci e interpretada por Fernando Fernán Gómez. Aunque no obtuvo el premio de la academia norteamericana, Fernán Gómez sí consiguió su último Goya a mejor actor.

En los últimos coletazos del siglo XX aparecerán también dos jóvenes directores que desarrollarán una fructuosa carrera en los años siguientes. Con estilos prácticamente opuestos, Fernando León de Aranoa y Santiago Segura coinciden en 1998 estrenando respectivamente Barrio y Torrente.

León de Aranoa, que el año anterior se había dado a conocer con Familia (1997), se asienta como uno de los directores a seguir en el futuro con Barrio (1998) un drama social de alto contenido político situado en la periferia de las grandes ciudades. Santiago Segura se inventa a uno de los personajes más característicos del imaginario colectivo español de las próximas décadas. Torrente, el brazo tonto de la ley, donde el  propio Segura interpretaba al peculiar policía, protagoniza una comedia gruesa en la que se parodia el cine de acción hollywoodiense, convirtiendo la primera película de la futura saga en el mayor éxito de taquilla del cine español.

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