Cronistas parlamentarios: Fermín Caballero
Desde los albores del parlamentarismo, la prensa ha desempeñado una función clave a la hora de trasladar el debate político del ágora a la calle. Los cronistas narraban los entresijos de la vida parlamentaria, escuchaban los discursos de los oradores y tejían la historia que se desarrollaba en los salones de sesiones.
Muchos de ellos compaginaron su profesión de plumillas con una carrera política, como es el caso del cronista Fermín Caballero, que también ejerció de profesor y geógrafo para posteriormente ocupar cargos como la alcaldía de Madrid, la vicepresidencia del Congreso y la cartera de la Gobernación.
Caballero se convirtió en una figura muy relevante de la España posterior a las Cortes de Cádiz. En este post y dentro de la serie dedicada a otros cronistas parlamentarios de los siglos XIX y XX, que iniciamos con José María Blanco-White, repasamos su vida y obra.
¿Quién fue Fermín Caballero?
Conocido con el apodo de “Ilustre Conquense”, Fermín Caballero fue periodista, escritor, político y geógrafo. Nació en Barajas de Melo, Cuenca, en el año 1800, y falleció en Madrid en 1876.
Hijo de Juan Vicente Caballero y Duque y de María Vicenta Morgaez y Teruel, fue el segundo de cuatro hermanos. La cicatriz que lo acompañaba en su mano izquierda era un reflejo de su actitud traviesa, atrevida e inquieta. Esta marca fue el resultado de su intento de lanzar un martillo al médico que le puso su primera vacuna. Pero este no fue el único incidente de su infancia, pues también sufrió una pérdida de audición tras ser atropellado por una caballería en la calle.
El padre de Fermín era un labrador acaudalado de familia eclesiástica reconocida, que deseaba que su hijo estudiara la carrera eclesiástica para seguir sus mismos pasos, como finalmente sucedió. En el año 1815, a sus quince años, ingresó en el Seminario de San Julián de Cuenca, donde se formó como cura hasta su expulsión en 1819 por organizar una revuelta estudiantil, en protesta por el impedimento del rector a dejarles participar en unas honras funerarias en memoria de la reina Isabel de Braganza.
En octubre de ese mismo año se trasladó a Alcalá de Henares para estudiar Teología, pero con la llegada del Trienio Liberal, época en la que comenzó a despertar su espíritu y mentalidad crítica y revolucionaria, se acabó desentendiendo de la carrera eclesiástica para estudiar Derecho y Abogacía.
En 1821 se mudó a Madrid y se especializó en el ámbito de la Geografía. Un año después fue nombrado profesor interino de Geografía y Cronología de la Universidad Central de Madrid por su trabajo de elaboración de un mapa de Madrid dividido en provincias.
Caballero empezó a ganar notoriedad con la obra Corrección fraterna al presbítero Miñano (1827), en la que criticaba con dureza, libremente y sin censura los errores del Diccionario geográfico del escritor afrancesado Sebastián Miñano.
La fama que esta publicación le otorgó a Caballero impulsó su carrera periodística, que desarrolló en su influyente diario El Eco del Comercio, y que transcurrió de forma paralela a su trayectoria política. En este último ámbito ocupó varias posiciones relevantes hasta muy avanzado el siglo XIX, tanto en su Cuenca natal como en Madrid, donde alcanzó la alcaldía en 1840, como contaremos más adelante.
El legado de este autor se refleja en su abundante bibliografía, en la que figuran artículos, biografías y obras como La Turquía, teatro de la guerra (1826), El dique contra el torrente (1830), El sepulturero de los periódicos (1834), Fisonomía de los Procuradores a Cortes (1836) y Los españoles pintados por sí mismos (1843).
El Eco del Comercio y el progresismo exaltado, pensamiento político de Fermín Caballero y su papel en la prensa
Fermín Caballero comenzó su carrera periodística como redactor y director de la publicación El Eco del Comercio, que vio la luz en 1833 con el nombre El Boletín del Comercio, en el que también participaron otros colegas del autor como Manuel Rodrigo y Antonio Gil y Zárate. Debido a su tono crítico con el Gobierno, al año siguiente esta publicación fue prohibida y cerrada, por considerarse su redacción fuera de los límites de la libertad de prensa permitidos.
Ese mismo año este periódico volvió a abrir con el nombre oficial de El Eco del Comercio, dirigido por los tres redactores originales pero con sutiles cambios: publicación diaria en lugar de trimestral, más redactores y revisores de censura.
El Eco del Comercio está considerado como una de las publicaciones más liberales de su tiempo, especialmente crítica contra el régimen del General Espartero, defensora del constitucionalismo y contraria al sistema absolutista.
El propio Caballero reflexionaba así sobre el modo de sortear la censura en este difícil contexto:
“Jefe, yo de la redacción pasaba por mi mano cuanto se publicaba y pesaba la responsabilidad de todo lo impreso; no es de extrañar que también cogiese la gloria principal de la fama que alcanzó el periódico, el más avanzado en ideas liberales, que por entonces salía a luz. Existía, es verdad, la censura previa, que mutilaba y tachaba frases de los artículos y que prohibía integra la publicación de otros; mas el interés de escribir aguzaba el ingenio y se aprendía la manera de obtener el pase a ciertas ideas, si ya no se lograba que cediese el censor o que otro nuevo permitiera lo que el predecesor había condenado.”
En toda su obra se puede apreciar el estilo y pensamiento político de Caballero, que responde a un progresismo exaltado y liberal, derivado de su inconformismo y su rechazo a las disciplinas y enseñanzas eclesiásticas y al régimen político y monárquico de su época.
A través de su pluma y de la experiencia adquirida en diferentes profesiones, Caballero intentaba mejorar la situación social del país. En sus textos abogaba por la defensa de la Constitución y la libertad de la prensa, así como la lucha contra la censura y los privilegios.
Alcalde de Madrid, vicepresidente del Congreso y ministro de la Gobernación: vida política de Fermín Caballero
Fermín Caballero también ocupó varios cargos políticos. En el año 1840 fue nombrado alcalde de Madrid en la cuarta de las demarcaciones en las que se dividía la capital. Su principal cometido fue impulsar una nueva división de la ciudad y levantar un plano topográfico, cuyos contenidos y observaciones quedaban recogidos en su obra Noticias topográficas estadísticas de Madrid.
Durante su alcaldía también fue nombrado presidente de la Comisión de Educación y Beneficencia, posición desde la que mostró una gran preocupación por la educación infantil. Además, ocupó la presidencia de la Comisión de Hacienda, Estadística Electoral y Reordenación Urbana, donde realizó un manifiesto sobre el estado de sitio que propugnaba la creación de un gran cementerio para sanear la ciudad.
Desde la alcaldía de la capital dio el salto a las Cortes, como diputado militante del partido progresista y Procurador por Madrid, Cuenca, Toledo y Castellón durante las legislaturas de 1834 a 1843. En septiembre de 1842, en la tercera legislatura de Espartero, fue vicepresidente de la Mesa del Congreso, durante la presidencia de Salustiano Olózaga de este órgano de gobierno.
En 1843 el regente del Reino, Espartero, le reclamó para el puesto de ministro de la Gobernación durante el gobierno presidido por Joaquín María López, vigente durante diez días en el mes de mayo de ese año.
Ante la desaprobación del regente de las ideas y medidas de Caballero, este último dimitió de dicho cargo, regresando al mismo dos meses después, en el contexto del levantamiento de la coalición contra Espartero, que supuso la caída del régimen del General. Caballero siguió ostentando este puesto hasta noviembre, época en la que también fue notario mayor del Reino en la coronación de Isabel II.
Veinte años después, tras dejar el cargo de ministro de Gobernación y alejarse de la vida política, fue nombrado senador del Reino por el Marqués de Miraflores, aunque nunca tomó posesión, por ser partidario de la cámara única de elección popular.
Eclesiástico, miliciano, profesor, abogado, geógrafo…Entre las numerosas profesiones que ejerció Fermín Caballero es sin duda su papel como periodista y representante político el que ha trascendido hasta nuestros días, en el contexto de la convulsa sociedad en la que le tocó vivir.
El conocimiento que hoy tenemos de la España del siglo XIX, marcada por movimientos revolucionarios y una democracia incipiente que daba sus primeros pasos, bajo la atenta y siempre presente mirada de la prensa, es posible gracias a la labor de estos cronistas.
Personalidades como José María Blanco White, Fermín Caballero o Mariano José de Larra, figura que abordaremos en el próximo post de esta serie de cronistas parlamentarios, escribieron la historia de su propio presente y compartieron un valioso testimonio que ahora recordamos.
Fermín Caballero, por Zulet
La caricatura de Fermín Caballero, firmada por el dibujante pamplonés Jesús Zulet Izura, forma parte de la colección de dieciocho retratos de cronistas parlamentarios que se exhiben en el Congreso de los Diputados junto a la Sala de Prensa.
En dicho retrato, en el que el cronista parlamentario aparece frente a un fondo con una amplia gama de colores, se resalta su carácter intelectual y pensamiento avanzado, pues la cabeza sobresale sobre el resto del cuerpo, que se encuentra flexionado por el peso de la bola del mundo, que sostiene con sus propias manos. Metafóricamente, esta composición podría reflejar el gran compromiso de Fermín con el mundo que le tocó vivir, así como los numerosos puestos de responsabilidad política que desempeñó. En la representación de la Tierra que Caballero carga a sus espaldas destaca la Península Ibérica, que está en el centro del globo terráqueo, y en la que se dibuja una sonrisa picaresca.
Esta obra también subraya rasgos físicos característicos de Caballero, como su prominente bigote o su mirada penetrante. Además, el autor quiso mostrar a Fermín desnudo y con complexión atlética.
Zulet Izura, especializado en humor gráfico, trabajó para distintos diarios y medios, desde El Jueves hasta Vocento. De igual manera también ha participado en la ilustración de diversos libros en colaboración con otros autores, como La otra historia del PSOE (1981) o Vamos a reírnos muy en serio del racismo (1993).
Hoy en día es profesor honorífico del Humor por la Universidad de Alcalá y miembro del proyecto Humoraula de la Fundación General de la Universidad de Alcalá.

Firma Zulet