Toda despedida es dolorosa y 40 millones de españoles tuvieron que decirle adiós a la peseta el 28 de febrero de 2002. Atrás quedaban 134 años de historia y vigencia de una moneda muy querida que acompañó al país en sus avatares a través de las distintas etapas de nuestra historia. Y es que la entrada del s. XXI trajo nuevos vientos de cambio y España necesitaba terminar de abrir sus puertas al mercado común europeo.
El 12 de junio de 1985 el presidente del Gobierno en ese momento, Felipe González, firmó el acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas. Así, la misma entró en vigor el 1 de enero de 1986, pasando España a ser miembro de pleno derecho de la Unión Europea. Con ello se ponía la primera piedra a lo que tres lustros más tarde, iba a ser un proyecto de moneda común encaminado a fortalecer la economía del continente y a facilitar la vida de todos sus ciudadanos.
Sin embargo, el concepto del euro nació a principios de los 90, cuando la cumbre celebrada en Maastricht (1991) entre los Estados miembros dejó perfilado un calendario para la implementación de esta nueva moneda. En el mismo se fijaba 1999 como año límite, por lo que se abría un período de ocho años en los que se iban a ir desglosando todos los detalles de esta nueva divisa.
De hecho, en 1995 se dio un paso más en este sentido cuando en la cumbre comunitaria de Madrid se confirmó su nacimiento, así como su denominación. El euro dejaba de ser un proyecto para convertirse en una realidad, porque a partir de ese momento pasaba a ser un punto de apoyo entre los países miembros y una demostración de la existencia de su voluntad común.
Adiós a la peseta, hola a la moneda de todos los europeos
Los plazos previstos se cumplieron y el 1 de enero de 1999 las monedas de once países miembros de la Unión dejaron de existir como sistemas económicos independientes. Un día antes se habían fijado los tipos de cambio y en España ya sabíamos cuáles iban a ser las equivalencias con nuestra querida y vieja moneda: 1 euro pasaba a ser lo mismo que 166,386 pesetas. Lo cual generó una curiosa invasión de calculadoras, ya que estas se convirtieron durante un tiempo en las fieles compañeras del día a día de millones de ciudadanos.
Sin embargo, todo este proceso se hizo de una forma gradual y progresiva, porque todo gran cambio implica una fase de adaptación. Al principio el euro se utilizó como moneda escritural y se movió únicamente en el mercado financiero. Mientras tanto, las administraciones y empresas empezaban a prepararse y modificaban sus protocolos para estar listas a la hora de la verdad.
Así, tres años después esta llegaba el 1 de enero de 2002. La circulación del euro ya era un hecho y para el 3 de enero el 96 % de los cajeros automáticos ya dispensaban billetes de la nueva moneda. Todo ello facilitó que la implantación fuera realmente rápida y que, en apenas siete días, más de la mitad de las transacciones en efectivo se llevaran a cabo en euros. Algo necesario por otra parte, porque el 28 de febrero de 2002 se había fijado como jornada clave y agridulce para los españoles.
Esta fue la fecha designada en el calendario para la despedida definitiva de la peseta como moneda de curso legal. Lógicamente, los españoles iban a poder seguir cambiando fácilmente sus viejas pesetas por los modernos euros, un trámite que incluso se puede realizar todavía (hasta el 31 de diciembre de 2020). Pero ya no iba a haber más oportunidad de llevar pesetas en monederos y en billeteras; dado que la convivencia habitual con ellas había llegado definitivamente a su fin.
Aun así, la nostalgia hizo efecto y actualmente se calcula que hay más de 1.600 millones de euros en pesetas que no se han canjeado. Un ejercicio más de pura añoranza y coleccionismo que una acumulación de despistes, porque no son pocos los que han destinado un rinconcito de sus casas a guardar ejemplares de monedas y billetes de la antigua divisa.
El euro se acerca a la mayoría de edad
Y ahora, aunque parezca mentira, el euro ya casi ha superado la «adolescencia». Tras casi 17 años de vigencia, es una moneda plenamente asentada y reconocida. De su mano los salarios medios en España han crecido cerca del 30 %, lo que equivale a un crecimiento similar en los precios (36 %). Aunque en lo que corresponde a los productos básicos, el incremento se ha disparado hasta un 58 % de media, según datos aportados por El País en 2016.
Por lo tanto, resulta evidente que el cambio del cambio monetario ha tenido un impacto importante en la economía familiar, acrecentado por la crisis de 2008. Su cimentación no ha sido sencilla y ha estado llena de turbulencias, pero también ha aportado aspectos positivos, como una mejora en las exportaciones y en la capacidad de negociación para vender en el exterior. Con el euro estos procesos se han simplificado; además de que se ha favorecido la contención de la inflación y se han abaratado los tipos de interés.
El futuro: un euro fuerte para mantener la unión de Europa
¿Y qué futuro le espera al euro? Desde 2002 esta moneda no ha tenido una vida fácil, pero ha logrado convertirse en un pilar fundamental del proyecto común europeo. Hoy, el euro es la moneda oficial de 19 de los 28 países miembros de la UE: Austria, Bélgica, Chipre, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia y España. Solo dos países miembros, Reino Unido y Dinamarca, optaron por mantener su moneda nacional tras su adhesión a la UE. El resto – Bulgaria, Croacia, Chequia, Hungría, Polonia, Rumanía y Suecia, se unieron en su mayoría a la Unión tras la introducción del euro.
Los criterios que se exigen a los países de la Unión Europea para incorporarse a la zona euro, denominados «criterios de convergencia», son establecidos por el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, instituciones encargadas de velar por el valor y la estabilidad de la moneda única europea.
Ahora Europa se enfrenta a retos e incógnitas, pero el euro es de por sí una estupenda razón para que todos ellos sigan trabajando juntos en pos de objetivos comunes. Bien a través del establecimiento de un sistema político y fiscal común o bien a través de unos mecanismos de control y regulación más precisos entre todos los Estados miembros.
Así, queda claro que el euro es más que una simple moneda. Es una razón de peso para seguir apostando en una Europa unida y fuerte en una época de dudas e interrogantes. Y en esta tarea España ha tenido, tiene y seguirá teniendo un papel muy importante como cuarta economía europea y una de las 15 más fuertes del mundo. Por eso, de nuestra confianza y fe en esta moneda dependerá en gran parte su éxito futuro.

La transición de la peseta al euro.