Durante siglos, las mujeres quedaron al margen de la toma de decisiones que marcaron el desarrollo y la evolución de las sociedades y gobiernos de todo el mundo. Pero algo empezó a cambiar durante el intenso s.XIX, ya que tanto en Norteamérica como en Europa aparecieron diferentes movimientos feministas que trabajaron duro para que hoy podamos hablar de democracias paritarias.
Esta ha sido y sigue siendo una labor admirable, de forma que en las próximas líneas vamos a repasar el proceso de germinación y florecimiento del sufragio femenino en los cinco continentes. Un recorrido que ha abarcado casi dos siglos y que debe convertirse hoy en modelo y referencia para conseguir acabar con los diferentes tipos de discriminación social que aún siguen produciéndose en todo el planeta.
El sufragio femenino, un derecho olvidado a lo largo de la historia
En su artículo 21 la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948 apunta que:
1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente, escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.
Un derecho hoy consolidado no fue tenido en cuenta durante siglos. La desigualdad se remonta a los orígenes de la democracia. Civilizaciones como la griega o la romana fueron las primeras en celebrar elecciones asamblearias, y no tuvieron en cuenta la participación de las mujeres dentro de estos procesos. Y la situación no mejoró mucho después, cuando a finales del s.XVIII los sistemas monárquicos absolutistas dejaron paso a los primeros gobiernos democráticos modernos en Europa.
En esa época ya se hablaba de sufragio universal. Un concepto que en realidad no hacía justicia a su denominación, porque en todos los casos presentaba limitaciones de raza o sexo. De hecho, que ninguna mujer pudiera votar era visto con normalidad a principios del s. XIX; aunque, por fortuna, la situación comenzaría a cambiar pronto, gracias a la aparición de movimientos abolicionistas y feministas en distintas partes del mundo.
La única excepción a esta situación de ‘invisibilidad femenina’ se había producido en Nueva Jersey (EE.UU.) entre 1776 y 1807. Sus ciudadanas pudieron votar en esos años con limitaciones y de forma casi anecdótica, si bien la medida no prosperó y las leyes estatales volvieron a la situación anterior. Así que el s.XIX siguió dejando de lado a las mujeres en el ámbito político, hasta que ya bien entrado este, se produjo un punto de inflexión clave para dar ese ‘pequeño primer gran paso’ en el camino hacia la igualdad de género.
Fue en 1848, cuando se celebró la primera convención por los Derechos de la mujer de los Estados Unidos, un acontecimiento vital que sirvió para promover la Declaración de Seneca Falls. En su manifiesto, se defendía el “sagrado derecho a voto” de las mujeres y se sentaban las bases del movimiento sufragista estadounidense que iría calando hondo poco a poco en todo el planeta.
De Nueva Zelanda a Arabia Saudita, un largo recorrido
para el triunfo del voto femenino
Antes, en 1838, las islas Pitcairn (Polinesia) ya habían tenido el honor de convertirse en el primer territorio que aprobaba el sufragio femenino en situación de plena igualdad con los hombres. Pero el gesto perdió fuerza rápidamente y no tuvo eco, toda vez que los habitantes del pequeño archipiélago lo desalojaron 12 años después. Por eso, hubo que esperar hasta 1869 para que el estado de Wyoming (EE.UU.) aprobara el voto femenino de forma oficial. Un camino que un año después siguió su vecino estado de Utah.
Para entonces, el movimiento feminista ya era imparable, aunque aún tardaría dos décadas en tener impacto a escala internacional. Y es que el primer país que implementó el sufragio femenino lo hizo a finales del s.XIX; mientras que el posterior efecto dominó no se hizo notar hasta los comienzos del siguiente siglo.
Pero vamos a avanzar poco a poco en este apasionante proceso, para comprobar mejor el alcance de este gran logro para la humanidad:
Infografía:
Década 1890-1899
Nueva Zelanda se convirtió en la primera nación que aprobaba el sufragio femenino. Incluía a las mujeres maoríes, por lo que no había restricciones de razas; pero pese a ello, no aceptaba todavía que las féminas se presentaran a las elecciones. Una prohibición que se prolongó hasta 1919.
Década 1900-1909
Australia se sumó al cambio y permitió el voto femenino en 1902. En su caso, excluyó la participación de las mujeres aborígenes, de forma que su medida no fue plenamente universal.
En 1906, Finlandia pasó a ser el primer país europeo que también implantó el sufragio femenino; y en 1907 le siguió su vecina Noruega al otorgar este derecho a sus mujeres, siempre y cuando estas estuvieran al corriente del pago de sus impuestos.
Década 1910-1919
Más de una veintena de países de cuatro continentes también incluyeron el sufragio femenino entre sus leyes. En 1917 Canadá lo aceptaba a escala provincial; y en 1918 Hungría lo hacía para las mujeres mayores de 30 años que cumplieran con ciertos requisitos socioeconómicos. Una condición de edad que también se impuso en ese mismo año en el Reino Unido y en Irlanda; mientras que Bélgica permitió desde 1919 la participación femenina en las elecciones locales.
Todo ello sin olvidar otros casos llamativos de la época, como el de Kirguistán en Asia (1918) y los de Tanzania y Zimbabue en África (1919).
Década 1920-1929
Tras la I Guerra Mundial, cerca de una decena de países más cambiaron sus leyes a favor del voto femenino. La mayoría de ellos en Asia, si bien en 1920 el caso más llamativo fue el estadounidense. En agosto se publicó la Decimonovena enmienda de la Constitución, la cual señalaba que el derecho al voto no podía negarse por razones del sexo de la persona.
No todos los estados lo aceptaron e incluso se dieron casos como el de Misisipi y el de Georgia, cuyos responsables se anticiparon a la entrada en vigencia de la norma y cerraron el registro de nuevos votantes. Así que, como consecuencia de esta decisión, en noviembre de ese año sus mujeres no pudieron ejercer el nuevo derecho que habían adquirido.
Mientras tanto, no muy lejos de allí, en 1925 Trinidad y Tobago permitió la participación de mujeres mayores de 30 años; y en 1929 Puerto Rico lo hizo para las ciudadanas que supieran leer y escribir.
Década 1930-1939
Esta década estuvo marcada por la Guerra Civil española y por el inicio de la II Guerra Mundial. Pero antes del comienzo de su conflicto armado, España tuvo tiempo para aprobar el sufragio femenino durante la II República.
El principal impulso llegó con las elecciones de 1931, pues las mujeres pasaron a tener una participación directa en la vida política del país. Y es que, en concreto, tras los comicios tres mujeres consiguieron un escaño en el Congreso de los Diputados: Margarita Nelken, Clara Campoamor y Victoria Kent.
Gracias a su presencia, se alimentó el debate sobre la necesidad de permitir el voto femenino en el país. Y aunque las propias Clara Campoamor y Victoria Kent mostraron posturas opuestas, la visión de la primera (favorable a su implementación) convenció a la mayoría de los congresistas presentes en la Cámara.
Finalmente, la votación celebrada el 1 de octubre de 1931 deparó 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones, quedando aprobada la propuesta y abriendo la puerta para que dos años después (1933) las mujeres españolas votaran por primera vez en las elecciones generales.
Junto a ellas, sus vecinas portuguesas también pudieron disfrutar de este derecho desde ese mismo año 1931, aunque solo en el caso de las que tuvieran completada la educación secundaria. Y años después, en 1938, Bolivia tomó las primeras medidas en esta dirección; si bien estas no derivarían en un sufragio plenamente universal hasta 1952.
Década 1940-1949
Este período fue relevante para la historia del voto femenino, ya que a pesar de que la II Guerra Mundial condicionó la situación social y política, naciones como Francia (1944), Italia (1945), Japón (1945), China (1947), Argentina (1947) o México (1947) lo impulsaron.
Junto a ellas, otras como Panamá o Siria también ofrecieron algunas soluciones. En el caso del país americano, primero en 1941, al permitir que las mujeres mayores de 21 años y con estudios pudieran participar en las elecciones provinciales; y después en 1945, al no poner ningún tipo de restricción para los comicios de la Asamblea Constituyente. Y en lo que respecta al país de Oriente Próximo, en 1949 se dio luz verde, aunque aún con unas limitaciones que desaparecerían poco después (1953).
Década 1950-1959
Una vez superado el ecuador del s.XX, se apreció un claro avance en el hemisferio sur. De todos los países que tuvieron en cuenta este derecho durante la década de los 50, la mayoría fueron africanos (como Ghana en 1954, Egipto en 1956 o Túnez en 1959), mientras que Asia, América y la Europa mediterránea también se movieron en la misma dirección.
Década 1960-1969
Para entonces, el voto femenino avanzaba imparable por el continente africano y por el sudoeste asiático. A principios de los 60, naciones musulmanas como Argelia, Marruecos, Irán o Afganistán participaron de este cambio, al igual que gobiernos subsaharianos como los de Burundi, Ruanda, Sierra Leona y Mauritania en 1961; Zambia en 1962, y República del Congo, Guinea Ecuatorial y Kenia en 1963.
Década 1970-1979
Al entrar en el último tercio del siglo, solo quedaban unas pocas naciones rezagadas en la implementación del sufragio femenino. Y el caso más llamativo era el de Suiza, uno de los países europeos más estables a nivel político y social.
Su marcada línea conservadora provocó que siguiera una tendencia inmovilista, si bien a finales de 1959 se llevó a cabo un primer sufragio para plantear introducir el voto femenino. En el mismo participaron únicamente hombres, por lo que el ‘NO’ salió vencedor. Pero el debate ya estaba sobre la mesa y doce años después se repitió la pregunta, con un resultado positivo.
De esta manera, las mujeres suizas pudieron votar a nivel nacional desde 1971, aunque este derecho se les siguió privando en algunos cantones hasta que lo introdujo el último en 1991, Appenzell Innerrhoden.
Por lo demás, en Asia, Bangladesh también aceptó el sufragio femenino en 1972, al igual que Jordania en 1974; y en África, Angola, Cabo Verde y Mozambique cambiaron sus leyes en 1975, tras poner punto y final a la colonización portuguesa. Dos años antes de que lo hiciera, a su vez, su vecina continental Guinea-Bissau.
Década 1980-1989
En la penúltima década del s.XX, África siguió avanzando por los derechos de las mujeres. En 1986 la República Centroafricana incorporó el voto femenino, y tres años más tarde, Namibia hizo lo propio al sur del continente.
Además, en el mundo árabe, Irak también dio un importante paso a principios de la década (1980) al permitir que las féminas pudieran postularse a un cargo político y, al mismo tiempo, participar en las elecciones.
Década 1990-1999
A mediados de los noventa, el príncipe Hamad bin Jalifa Al Thani depuso a su padre y accedió al poder Catar. Esto propició que se introdujeran reformas de corte progresista en el Emirato, entre las que se encontraban la instauración en 1999 de elecciones democráticas abiertas a la participación de las mujeres.
Siglo XXI
En las últimas dos décadas, el Golfo Pérsico ha seguido siendo protagonista de buenas noticias. Omán abrió sus elecciones a las mujeres en 2003 y Kuwait hizo lo propio dos años después.
Aunque el caso más relevante ha sido el de Arabia Saudita. A pesar de ser uno de los países más influyentes de Oriente Medio, fue el último que eliminó las restricciones de género para los procesos electorales en los que participaran sus ciudadanos. Sus dirigentes así lo decidieron en 2011, por lo que en 2015 cerca de 130.000 mujeres fueron inscritas y tuvieron la oportunidad de votar en los comicios locales que se celebraron en el Reino.
El voto femenino como modelo para un cambio aún necesario
Como acabamos de ver, las reivindicaciones del movimiento sufragista femenino dieron sus frutos a lo largo del s.XX. Un esfuerzo que se tradujo en la paulatina presencia de las mujeres en la toma de decisiones de la esfera pública; lo que además también actuó como catalizador para que sociedades muy diferentes de los cinco continentes empezaran a evolucionar hacia una concepción más justa y paritaria.
Fue un proceso largo, en el que las naciones de todo el planeta entendieron poco a poco la importancia del voto femenino para poder llevar a cabo unas elecciones libres y justas que ofrecieran plenas garantías democráticas. Y gracias a estos cambios, el mundo de hoy es, en general, un lugar mejor que el de hace un siglo. Aunque todavía sigue habiendo mucho trabajo por hacer en este sentido, ya que como recuerda ONU Mujeres, estamos aún ante una tarea inacabada y que seguirá exigiendo el compromiso de todos para que la igualdad sea una realizad en todos los lugares y en todos los ámbitos.