El papel del periodismo y los periodistas fue clave en la transición. El compromiso y la implicación de periodistas y empresarios de los medios de comunicación con el proyecto democrático, la responsabilidad en en momentos de gran trascendencia histórica y política, en los que estaba en juego el futuro y la convivencia de la sociedad española, la relación entre la prensa y los parlamentarios… La Legislatura Constituyente fue un momento trascendental para una profesión que, cuarenta años después, siguen ejerciendo algunos de los periodistas que tuvieron la fortuna de contar lo que sucedía en las Cámaras en ese arranque de la democracia.
Raimundo Castro, nacido en Torremocha (Cáceres) el 1 de agosto de 1955, es uno de ellos, y ha querido compartir con nosotros algunas de las anécdotas que vivió como periodista político en esos años, y revelarnos cuál ha sido el momento más impactante de su carrera profesional, desde sus inicios en semanario Guadiana en 1975, y en el diario El Imparcial, en el que contó las primeras legislaturas de la democracia constitucional, antes de incorporarse a la edición madrileña de El Periódico de Catalunya, donde ha trabajado dos décadas. También ha sido corresponsal político del semanario El Globo, jefe de Nacional de la Agencia OTR-Press, director adjunto de Negocio y columnista político de El Mundo e Interviú, y el digital República.com, y tertuliano en radio y televisión. Además ha escrito la novela titulada La quema (1979), la recopilación de poesías Políticos con verso y sin enmienda (1985); la biografía de José María Aznar El sucesor (1995) y la de Juan María Bandrés Memorias para la paz (1998). Asimismo, es coautor con Julia Navarro de La Izquierda que viene (1998) y autor de la novela sobre los “maquis” Los imprescindibles (2016).
Una legislatura en la que «todos veníamos de nuevas»
El denominado Escritorio de Prensa, una estancia del Palacio situada frente al Hemiciclo y en la que los periodistas pasan horas durante las sesiones, con un ojo en el Pleno y el otro en la galería del orden del día, atentos a las entradas y salidas de diputados, ha sido el lugar elegido para hacer esta entrevista a Raimundo Castro, en la que nos ha relatado desde la perspectiva periodística esa legislatura constituyente en la que «veníamos de nuevas totalmente. Aquí los únicos que tenían experiencia como periodistas y como políticos eran los que habían sido procuradores de los propios políticos y los que habían sido periodistas de otros compañeros de El Alcázar y de otros periódicos, así como de Europa Press antes de que empezara la democracia con el 15 – J».
Hasta ese momento, «toda la política había estado en la calle», y el papel de los periodistas y también de los parlamentarios «consistía en traer al Congreso lo que estaba en la calle, el movimiento que había en la calle por la democracia y donde había un debate muy profundo que se trasladó aquí». «Todos los periodistas y empresarios del periodismo perseguíamos acabar con el franquismo y con su herencia, es decir, con todo aquello que seguía del franquismo en las instituciones y en la realidad política», prosigue. «Había como una ola en el periodismo que representaba a empresarios y a trabajadores bastante bien. Se respetó mucho el trabajo de los periodistas de investigación, se respetaron mucho los salarios más decentes, etc. Había un periodismo de combate y un periodismo de resistencia por la situación y se manifestaba aquí, aunque poco, ya que sobre todo hubo bastante respeto entre los periodistas. En realidad, los políticos fueron los que más se tuvieron que acostumbrar».
Un momento histórico en el que el objetivo fundamental era contribuir, o al menos no hacer peligrar, el establecimiento de la democracia. Un compromiso que derivaba, explica Raimundo, en un sentimiento de responsabilidad de los periodistas a la hora de publicar, o de callar. «Hay mucho que no hemos podido contar, aunque tuviéramos la certeza moral y la certeza incluso periodística. Muchas de las cosas que sabíamos no se decían, primero por complicidad en favor de la democracia, y luego porque el aparato de Estado era muy fuerte y había muchas querellas y muy peligrosas. Y porque cuando Franco decía ´atado y bien atado´ no se refería solo al ejército, que también, se refería realmente a la judicatura. Primero, por falta de pruebas y segundo, por la situación dramática, que se daba más de lo que parecía.
«El mar de fondo era tremebundo y se estaban jugando cosas muy importantes. Entre los periodistas de las Cortes la única forma que tenías de estar bien informado era respetar los off the record».
Un momento clave en la vida profesional de Raimundo, como del resto de los periodistas que entonces cubrían la información política, fue el intento de golpe de Estado del 23-F. «Era un tiempo muy tenso, porque además nadie estuvo seguro y todo el mundo hablaba de que iba a haber un golpe de Estado o de que podía producirse uno. Así que no nos pilló por sorpresa». Y lo destaca como el momento más reseñable de su carrera periodística «quizás por el miedo. Yo estaba en la entrada cuando entró Tejero. Cuando vives eso, te marca. Es cierto que hay muchas cosas periodísticas y anécdotas también positivas y graciosas, pero donde te das cuenta de que la vida ha estado en juego es en ocasiones como la que viví aquella vez. Eso te marca para siempre».
«Donde te das cuenta de que la vida ha estado en juego es en ocasiones como la que viví el 23-F. Eso te marca para siempre».
Pero 40 años de periodismo parlamentario dan para mucho, también para vivir días de euforia y celebraciones, y la legislatura constituyente fue muy especial en cuanto a la relación que llegó a fraguarse entre periodistas y políticos. Tanto, que la aprobación del proyecto constitucional en Comisión culminó con un partido de fútbol de diputados contra periodistas. «Lo jugamos los que habíamos seguido en Comisión el debate del articulado, porque tras ser terminado el texto decidimos jugar un partido de confrontación para que participáramos todos los que estábamos en ese ajo».
«Organizamos un partido que ganamos los periodistas a los políticos por 4-3, aunque digo constantemente que los mejores jugadores fueron Eduardo Martín Toval, que era el portavoz del Partido Socialista, y Jordi Solé Tura, que era el portavoz del PSUC»
En los pasillos del Congreso y fuera de ellos se vivían, y se viven, relaciones particulares entre periodistas y diputados, pero también vínculos personales entre diputados de signo contrario. «Una anécdota que hemos contado: también los políticos se iban al bar Manolo después de ponerse a parir. Salían y se iban a tomar una cervecita juntos. Lo cortés no quitaba lo valiente o los palos. Y no era “compincheo”, que también lo hubo, aunque innecesario en el principio de la Transición. Había ganas de construir a base de consenso y eso además se notaba en el trato. Era gente que venía a hacer una democracia, porque se sabía el sentimiento de utilizar las Cortes para reconocer lo que Adolfo Suárez decía, y era trasladar a las leyes lo que está en la calle».