La relevancia del acto quedó marcada, por una parte, por el discurso de Don Juan Carlos I, que apuntaba a la responsabilidad de los representantes del pueblo español, allí presentes, de crear la democracia como modo de convivencia; destacó, por otra parte, la buena recepción por sus destinatarios, diputados y senadores, dedicados desde ese momento a aportar conocimiento, experiencia y esfuerzo para consensuar una Constitución.
Gracias al Archivo del Congreso de los Diputados podemos escuchar los dieciséis minutos empleados por el Rey Don Juan Carlos en su alocución, donde se muestra satisfecho por ver cumplido su compromiso de establecer pacíficamente la convivencia sobre la base del respeto a la ley y por dirigirse a un hemiciclo que daba cabida a todas las opciones que cuentan con respaldo en la sociedad española. También asegura el apoyo de la Corona a diputados y senadores en su reto de recoger las aspiraciones de los españoles en un texto constitucional del que resulte una España armónica en lo político, justa en lo social, dinámica en lo cultural y con capacidad de protagonismo en el mundo.
La prensa tuvo en cuenta la valoración de los parlamentarios al discurso del monarca. Entre las referencias guardadas en el Archivo Linz de la Transición hemos destacado en la imagen la crónica de Julia Navarro para el diario Pueblo. Dolores Ibárruri, diputada por el PCE, aplaudió porque le gustaron muchas de las cosas que decía. Al senador real Camilo José Cela le pareció muy bueno. Manuel Fraga, líder de Alianza Popular, mantuvo el criterio británico de que sobre el discurso de la Corona no se debe opinar. Los socialistas Felipe González y Alfonso Guerra lo tildaron de discreto y para el dirigente comunista Santiago Carrillo el Rey expuso unas ideas generales con las que creo que está de acuerdo la mayoría de la Cámara.
La inauguración de la Legislatura no se prolongó. Poco antes de las doce del mediodía llegaron los Reyes don Juan Carlos y Doña Sofía al palacio de las Cortes. En la puerta principal les esperaban su Presidente, Antonio Hernández Gil; los Presidentes del Congreso y del Senado, Fernando Álvarez de Miranda y Antonio Fontán; las mesas de las Cámaras; el Presidente Adolfo Suárez y todo su Gobierno. A las doce y cinco comenzó la sesión. Con una breve introducción Hernández Gil da paso al Rey: Señores diputados, señores senadores, su Majestad el Rey va a dirigir la palabra a las Cortes. Tras el discurso, subrayado con una gran ovación -apunta el Diario de Sesiones– y con todos los presentes puestos en pie, se levantó la sesión. Eran las doce y veinticinco minutos de la tarde.
Las imágenes que dejó el día son de sobra conocidas. El Rey, vestido con el uniforme de gala de capitán general; la Reina, luciendo un vestido de cóctel color hueso; diputados y senadores sentados en actitud atenta, hablando entre ellos, de pie aplaudiendo; el rigor protocolario con el que estaba dispuesta la Presidencia. Más de doscientos periodistas se acreditaron para seguir el acontecimiento, que fue emitido en directo por TVE;
Para la sesión se dispusieron 598 asientos, tantos como diputados y senadores – 557 parlamentarios electos y los 41 senadores de designación real – pero también se acometieron en el Hemiciclo reformas que daban la bienvenida al nuevo periodo democrático. El cambio más llamativo afectó a la Presidencia. Durante las Cortes franquistas, el Gobierno se sentaba en la primera fila y la bancada azul estaba dispuesta a ambos lados de la tribuna de oradores. Esto acaba el 13 de julio de 1977. Para la Junta Preparatoria desaparece de la Presidencia y se sustituye por escaños del clásico color corinto. Desde entonces, los asientos de la presidencia serán ocupados por el presidente del Congreso, los vicepresidentes y los secretarios, así como sus homólogos del Senado en caso de reunión conjunta. El Gobierno, por su parte, recupera la primera fila del arco parlamentario. Fue, precisamente, en esta sesión del 22 de julio, cuando vemos por primera vez ocupar a Suárez y a sus ministros la nueva ubicación.
En las Cortes franquistas, la primera fila del estrado de la Presidencia estaba ocupada por los escaños azules del Gobierno.
El dilema de decidir una fecha
Si el 22 de julio de 1977 es una fecha clave en la reciente Historia de España no es sólo por la solemnidad de la sesión celebrada en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo; ese día marcó, además, el comienzo oficial de la Legislatura Constituyente. Se entenderá que la Legislatura comienza el día de la solemne Sesión de apertura. Esta es la claridad con la que se expresa el Real Decreto por el que se convocan las Cortes de la Monarquía Española.
Recuerda Julia Navarro en su crónica el semblante sonriente de Antonio Hernández Gil terminada la sesión. Y se comprende dada la importancia del momento y el papel desempeñado. Como Presidente de las Cortes había recaído en él la labor de organizar interinamente las Cámaras hasta que se constituyeran de modo definitivo y aprobaran su propio reglamento, lo que sucedió en octubre de 1977. Mientras esto llegaba, era necesario establecer un mínimo, unas referencias reguladoras básicas, las justas para que el Congreso y el Senado pudieran empezar a funcionar. Con el apoyo jurídico de varios letrados de las Cortes Hernández Gil, jurista también, se enfrascó en esta tarea desde que se hizo público su nombramiento el 16 de junio; y antes de terminar el mes, el día 28, ya había dado a conocer a parlamentarios y periodistas una primera Disposición de la Presidencia, publicada en el Boletín Oficial de las Cortes el 30 de junio, con una tanda de normas para organizar la puesta en marcha de cada Cámara: presentación de credenciales de diputados y senadores; celebración de Juntas Preparatorias para decidir la Mesa de Edad que presidiría la sesión constitutiva; procedimiento de elección del presidente, vicepresidentes y secretarios de las Mesas, y un último artículo según el cual una vez constituidos el Congreso y el Senado, se podría celebrar la solemne sesión conjunta de apertura.
Es así como el 5 de julio se firmó el Real Decreto de convocatoria. Ahí quedaban fijados el día, 22 de julio; la hora, doce del mediodía, y la condición de la presencia de Su Majestad el Rey en la apertura solemne. También disponía la reunión de las Cámaras el 13 de julio a las 10 horas, para celebrar las Juntas Preparatorias previas a su constitución.
Parecía que todo estaba dispuesto en tiempo y forma, sin embargo, el camino no estuvo exento de obstáculos. El mayor nació de la oposición planteada a la fecha por el Partido Socialista, al que se sumó el PCE.
El desacuerdo irrumpe cuando Hernández Gil reúne a los representantes de las formaciones políticas para anunciar la fecha de las Juntas Preparatorias y de la sesión solemne. Nicolás Pérez-Serrano, uno de los letrados que trabajaron con el Presidente, recuerda cómo Alfonso Guerra se opuso a las dos. Por un lado, porque el 22 de julio se cumplía el noveno aniversario de la proclamación de Don Juan Carlos como sucesor de Franco en la Jefatura del Estado. Además, las Juntas recordaba que fue un 14 de julio cuando se reunieron las Cortes de la II República: Me atreví a replicar al Sr. Guerra que las Juntas Preparatorias de la II República se habían celebrdo el 13 de julio y que lo que había tenido lugar el 14 había sido la elección del Sr. Besteiro como Presidente. Parecieron ambos, Hernández Gil y Guerra, quedarse más tranquilos. Pero me permití rogar al Sr. Guerra que me acompañara a la Biblioteca del Congreso, donde podríamos comprobar las fechas en los Diarios de Sesiones. Así lo hicimos (…) y quedaron esas dos fechas señaladas, respectivamente. (‘Vivencias de un Periodo Constituyente’, en Escritos en Conmemoración del XXV Aniversario de la Constitución, Universidad Pontificia de Comillas, 2004).