La vida de un hombre que lo fue todo en la ciencia, en la literatura y en la política. Como diputado participó, entre otros muchos debates, en la elaboración y aprobación de la Constitución de 1869. Recorremos la extensa biografía de este ilustre parlamentario que vivió todos los cambios del último tercio del siglo XIX y los primeros años del XX.
Un hombre de ciencia
Dijo de él el también científico y premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal que “era incuestionablemente el cerebro más fino y exquisitamente organizado de la España del siglo XIX. Él lo fue todo, porque podía serlo todo”.
Y efectivamente José de Echegaray y Eizaguirre lo fue todo: ingeniero de caminos, catedrático de Cálculo y de Física matemática, presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; diputado y ministro de Hacienda y de Fomento. Y, sobre todo, fue dramaturgo y premio Nobel de Literatura -compartido con el poeta provenzal Frédéric Mistral en 1904-, primer español en obtener el galardón de la Academia Sueca. Es por todo ello una figura esencial de la segunda mitad del siglo XIX.
Su polifacética trayectoria comienza cuando, finalizada la educación escolar en Murcia, viaja a su Madrid natal para estudiar ingeniería en la Escuela de Caminos, donde, concluidos sus estudios, comienza a ejercer como profesor, una labor que compatibiliza con sus trabajos como ingeniero por toda España y el extranjero.
Así, gracias a esta primera etapa universitaria y profesional viaja por Europa donde se impregna de las ideas liberales del momento y se acerca, interesado por cómo las decisiones económicas afectan a la sociedad, a nuevas disciplinas como la economía política. De hecho, sus intervenciones en debates de asociaciones económicas y sus publicaciones en la prensa le van otorgando cierta fama en los ambientes culturales madrileños.

Salón de Sesiones del Senado en 1906, Asterio Mañanós

Un escaño en la Carrera de San Jerónimo
En su biografía, el propio Echegaray reconoce que “la política era necesaria en las sociedades modernas porque, con todas sus impurezas, es elemento de progreso”.
Su carrera política comienza tras la Revolución de 1868, primero como director general de Obras Públicas y poco después como ministro de Fomento. Es una época en la que Echegaray, en paralelo a una brillante trayectoria científica, impulsa un discurso en defensa de una nueva jerarquía fundamentada en la capacidad y no en la clase social.
Se convierte en un político de gran relevancia en los albores del Sexenio democrático y un buen ejemplo de ello es su participación junto con el almirante Topete en la recepción que se ofreció en Cartagena a Amadeo de Saboya cuando, ya elegido Rey por las Cortes Constituyentes en 1870, llega a España.
Como militante primero del partido radical y más tarde del partido liberal, obtiene escaño durante el sexenio democrático, en las elecciones de 1869, 1871 y 1872; y ya en la Restauración, en los comicios de 1876 y 1879. Desde su escaño en la Carrera de San Jerónimo destaca, también, como orador parlamentario, participando en decenas de debates sobre una gran variedad de temas que muestran algunas de sus inquietudes.
Así, sobre la educación, participa en debates sobre los maestros de instrucción primaria o de primeras letras y sobre la ley de instrucción pública. También son múltiples sus intervenciones sobre carreteras, ferrocarriles y puertos. De hecho, como ministro de Fomento, responde una pregunta sobre el viaje de una comisión de ingenieros a la apertura del Canal de Suez. Y también son muchas sus intervenciones relacionadas con partidas y gastos presupuestarios.
Pero sobre todo, nos vamos a detener en su discurso durante el debate de la Constitución de 1869, un texto que califica como “una de las Constituciones, quizá la Constitución más liberal de Europa, quizá la Constitución más liberal de América”.
En la sesión del 5 de mayo toma la palabra por primera vez en la tribuna de oradores del Hemiciclo en sustitución de Nicolás Salmerón:
“Esta es la vez primera que tengo el honor de dirigiros la palabra, y debo ante todo pedir a la Asamblea paciencia para oírme, benignidad para juzgarme ; y con tanto más motivo debo pediros benignidad, cuanto que por consumir yo este turno dejáis de oír una elocuentísima voz.”
Y se dirige a sus compañeros en el Hemiciclo para defender su posición en torno a la cuestión religiosa de la que afirma que es “tan grande, es tan inmensa, es tan trascendental, afecta de tal modo a todo lo que hay de más íntimo, a todo lo que hay de más profundo, a todo lo que hay de más esencial en la naturaleza humana, que por mucho que sobre ella se diga, siempre queda algo”.
Defiende la libertad religiosa como uno de los “derechos anejos al hombre; es uno de estos derechos que proceden de su naturaleza, que proceden de las grandes leyes
de la sociedad”, es decir lo califica uno de los derechos individuales que ha proclamado la revolución, “como derechos superiores a la ley, como derechos superiores al legislador, como derechos superiores a la voluntad de una Cámara, como derechos que no pueden estar al azar de una votación”.
Ya en la función propiamente legislativa también participa de forma muy directa en leyes de gran importancia, como los presupuestos generales del Estado. Además, como titular de la cartera de Hacienda, su labor política está estrechamente vinculada al Banco de España, siendo una de las medidas más importantes aprobadas durante su mandato el decreto de 1874 que otorga dicha entidad el monopolio de la emisión de monedas y billetes en toda la nación.

Retrato publicado en La Esfera (Hemeroteca digital BNE)
Dramaturgo, novelista y merecido premio Nobel
La Academia Sueca afirmó del insigne literato que “de una manera independiente y original ha revivido las grandes tradiciones y las glorias antiguas del drama español”.
Si la política fue su vocación y la ciencia su gran pasión confesa, es la literatura la que marca decisivamente su biografía. Es autor de más de sesenta obras teatrales, en las que plantea inquietudes como la libertad de culto, la influencia de las normas sociales en el individuo o el conflicto entre el deber y los impulsos pasionales.
Aunque su inicio en el mundo literario es en 1865 con La hija natural, su éxito no llega hasta diez años más tarde con El libro talonario, su primera obra estrenada en los teatros. También destacan Locura o santidad, En el seno de la muerte, El gran Galeoto o Mariana, una de sus creaciones más célebres, que fue además interpretada por la popular actriz María Guerrero.

Los homenajes al dramaturgo por el premio Nobel se celebraron en el Senado y en el Ateneo de Madrid. La Ilustración española y americana (Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España)
Su amplia labor literaria se reconoce con la máxima recompensa que cualquier escritor puede conseguir: el Nobel de literatura que recibe en su cuarta edición de 1904, por su contribución a las letras universales como dramaturgo.
La noticia del Nobel es recibida con un enorme interés en la prensa y en las calles, aunque estará acompañado de cierta polémica, ya que algunos autores ponen en duda sus méritos literarios. La entrega del galardón se celebra un año más tarde en el propio Senado, en una ceremonia presidida por el rey Alfonso XIII. También el Ateneo de Madrid acoge un acto conmemorativo al día siguiente tras una multitudinaria manifestación organizada en su honor.
El 14 de septiembre de 1916 José de Echegaray fallece en Madrid. Su pérdida acapara las portadas de las principales cabeceras de la época. Tal fue la aflicción que el propio monarca expide un Real Decreto para rendirle honores y dar testimonio del dolor por su fallecimiento.
Hoy son muchos los reconocimientos que homenajean la figura de este ilustre personaje, como el máximo galardón científico nacional que lleva su nombre, obras artísticas, bustos, monumentos y esculturas; placas y calles en su honor. Unas huellas para recordar a quien lo fue todo en la ciencia, en la política y en la literatura.
Página dedicada a José de Echegaray en El Heraldo de Madrid el 13 de marzo de 1905
