Dentro de los muchos ejemplares que existen de la Constitución de 1978, hay uno que destaca por su historia y recorrido. En concreto, un recorrido de 134 vueltas a la Tierra. Cuando Pedro Duque, el primer astronauta español, realizó su primer viaje espacial en 1998, llevó consigo una edición de nuestra Constitución en formato polvera.
Esta Constitución estuvo a más de 500 kilómetros de altura, y fue testigo no solo del lanzamiento y aterrizaje, sino también de experimentos científicos realizados en situación de ingravidez.
Duque, que es ingeniero aeroespacial y astronauta, recibe a Fuera de Agenda en el centro de control de satélites de Hispasat (institución que preside actualmente) en Arganda del Rey, Madrid. “Cuando pensamos en qué enviábamos como símbolo de la primera vez que alguien de España viajaba el espacio, lo lógico era llevar lo que define al país. Y eso es lo que representa la Constitución”.
Preparativos
Como explica Duque, cada país que participa en las misiones espaciales puede llevar hasta diez objetos simbólicos durante el viaje. “Para poder llevar algo en una nave espacial, normalmente, todo tiene que pasar unos controles exhaustivos”. Controles de seguridad, de inflamabilidad, de interferencias electromagnéticas… “Pero con estos objetos simbólicos se hacía una excepción”.
Una excepción porque estos objetos no viajaban como los demás: “Se guardaban en una vasija que los aislaba del resto de la nave. No era posible sacarlos y hacerles una foto, por ejemplo”.
Un compañero de viaje
Esta Constitución tuvo un compañero de viaje muy simbólico también: un trozo de ámbar con una hormiga en su interior. “Pedí al director del Museo de la Ciencia de Barcelona algún objeto simbólico, y él decidió darme un pedazo de ámbar con una hormiga dentro. Una hormiga que llevaba millones de años en esa situación”.
Un objeto que, en palabras de Duque, “simbolizaba el continuo de la Historia”. Una Historia que pasa de los fósiles a los viajes en el espacio.
Una Constitución entre experimentos
Pero la nave espacial era también un auténtico laboratorio en el que realizar experimentos. Junto con Duque y el resto de astronautas viajaba también John Glenn, “que hacía su segundo vuelo espacial, después de casi cuarenta años después del primero”.
Glenn estuvo en este viaje “para hacer estudios fisiológicos sobre la diferencia entre los procesos de envejecimiento”. En concreto, para poder comparar cómo afecta la ingravidez al envejecimiento. Y esto unió a Glen y a Duque: “Se hicieron una serie de experimentos con la persona más mayor… y con el más joven, que era yo”.
“También teníamos telescopios que miraban a los planetas con la luz ultravioleta, y también soltamos y volvemos a recoger un satélite que tenía un telescopio dentro de él”, rememora Duque.
Precisamente, al recordar este viaje espacial, Duque pone en valor lo que representa un ejemplar de la Constitución en el espacio: «Para mí, personalmente, era muy simbólico porque era el primer español que iba al espacio y, lógicamente, todos queríamos ver nuestros símbolos«.
Esta Constitución que viajó al espacio se encuentra en el archivo del Congreso y es uno de los ejemplares más simbólicos de los que existen de nuestra Norma Fundamental. Es un ejemplar que ha dado varias vueltas a la Tierra y que ha representado, en un viaje espacial, «lo que nos define como país».