Ramón de Campoamor y Campoosorio (Navia, Asturias, 1817 - Madrid, 1901), fue un escritor, poeta del realismo literario español y político durante la Restauración.

Con su obra, contribuyó a la difusión de la información parlamentaria con sus crónicas y textos. Información parlamentaria que elaboraba con un tono satírico, creando un gran contraste con su obra lírica. Gracias a estos escritos, Campoamor se sumó al gremio de los cronistas parlamentarios. Periodistas que, con la llegada del siglo XIX, se centraron en trasladar lo que sucedía en el interior de las sedes parlamentarias. Cronistas que están presentes en el Congreso a través de sus retratos y a los que, desde Fuera de Agenda, rendimos homenaje acercándonos a su vida y a su obra.

Después de comprobar cómo José María Blanco-White analizaba con tono crítico las costumbres españolas y británicas mediante sus textos, tras recordar el impacto de Fermín Caballero como político polifacético, geógrafo y director de un periódico liberal y después de repasar la genialidad satírica de Mariano José de Larra, nos sumergimos en la vida de Ramón de Campoamor. Interesado por diferentes géneros literarios, la política nunca lo alejó de la escritura. Es más, utilizó la prosa para describir la política española de mediados del siglo XIX a modo de crítica satírica.

¿Quién fue Campoamor?

Campoamor nació en el seno de una familia acomodada, de padre campesino y madre hacendada asturiana. Su infancia estuvo marcada por una estricta educación eclesiástica que el propio Campoamor describe con estas palabras:

“El infierno de Dante era un mal aprendiz en comparación con los retorcidos inventos de castigos infernales que me metían los clérigos enseñantes en mi tierna y sensible cabecita infantil. Todo el curso de mis primeros años ha sido un sueño tenebroso, del cual creo que todavía no he acabado de despertar”.

Cursó estudios de Humanidades, Filosofía, Lógica y Matemáticas. También ingresó en una orden religiosa y se matriculó en Medicina, aunque ninguna de las dos profesiones terminaba de encajar con su personalidad. Finalmente, optó por dedicarse a las letras y a la política, influido por su amigo José de Espronceda. Gracias a esas vivencias, Ramón de Campoamor se convirtió en el cronista parlamentario que hoy conocemos.

De los versos a la crónica parlamentaria

Como dice Alonso Zamora Vicente en su Historia de la Real Academia Española, «Campoamor creó escuela; innumerables seguidores llenan los periódicos, las editoriales, los abanicos de las señoras de la sociedad brillante y burguesa. Así, Campoamor se convierte en un excelente representante de una época y de las apetencias y sensibilidad de esa época. […] Campoamor llena, a pesar de los pesares, con dignidad, todo un largo período de la vida española».

La aproximación a la obra de Campoamor empieza, indiscutiblemente, por su poesía. En 1837 empieza a escribir versos e inicia sus colaboraciones en diversas revistas románticas y periódicos literarios, como Las Musas y El Correo Nacional (1837-1838), como también en el periódico de literatura No me olvides, donde en noviembre de ese mismo año ya aparece el primer poema de Campoamor, nada menos que de setenta versos y sin título.

Así, Ramón de Campoamor contribuyó al desarrollo de la prensa literaria, muy característica de la España del siglo XIX. Junto con la prensa periódica más convencional, estas publicaciones proporcionaron un gran número de colecciones literarias y de revistas de creación artística e incluso de divulgación científica.

Siguiendo esta estela, sus primeras obras impresas pertenecen al género dramático: en 1838 publicó su primera obra teatral, una comedia en dos actos titulada Una mujer generosa, que nunca llegó a estrenarse. Ese mismo año también publicó sus primeros versos, de tono romántico, Tenazas y flores. Su producción literaria continuó con Fábulas y Ayes del alma, con poemas dedicados a la entonces exiliada reina María Cristina (madre de Isabel II) que constituyen, según el poeta, su primer acto de afiliación al Partido Moderado, y el inicio de su importante carrera política y literaria.

¡Digna Reina del pueblo que, algún día            

      con su indomable tropa,                    

el mundo entero a prosternar salía                    

desde un rincón de la asombrada Europa!

Su interés por los asuntos parlamentarios lo llevó a escribir Historia crítica de las Cortes reformadoras (1845), con retratos satíricos y mordaces sobre los diputados redactores de la Constitución y los principales hombres de Estado de la época.

«Voy á escribir la Historia Crítica de cuantas legislaturas tengan lugar en España desde hoy en adelante: ya estoy muy entrado en años, y por consiguiente mi obra no será muy larga.

 

Tengo una razón muy poderosa para creer que esta Historia se leerá después de muchos años, no porque yo la escriba bien, sinó porque todas las Córtes, buenas o malas, dejan un recuerdo indeleble; y un libro, como el mío, donde se consigue toda la ciencia que las Córtes de mi tiempo arrojen de sí, depurada de su inaguantable palabrería, será un documento que se deberá consultar siempre (…).

 

(…) Por que seamos claros: los mejores oradores son buenos para ser escuchados, pero insoportables para leídos (…).

 

(…)A mi me parece vuestra misión demasiado trascendental, para que, en castigo de vuestros desaciertos, yo me contente con haceros tan leves escarificaciones, y por lo mismo que ya soy viejo y no me roban el tiempo los amoréos, pienso cargar despacio, y apuntaros á la cabeza y al corazón». 

La publicación de esta obra impulsó su carrera como redactor en el periódico El Español (1845-1846), diario de vida corta debido a los avatares políticos del momento. Fundado por Andrés Borrego, supuso una auténtica innovación por su atención preferente a la información, por su moderna organización empresarial y su cuidado diseño. Inspirado en las innovaciones de The Times, incorporó a varios redactores e importantes colaboradores, entre ellos Campoamor y otros cronistas como el propio Larra.

Literatura y política

Campoamor compaginó su carrera periodística y literaria con el ejercicio de la política. En 1846 fue nombrado auxiliar del Consejo Real, año en el que también publica el estudio Filosofía de las leyes y la primera edición de sus célebres Doloras, un neologismo que el propio Campoamor define como “composición poética en la cual se deben hallar unidas la ligereza con el sentimiento y la concisión con la importancia filosófica”.

El año siguiente, en 1847, La Publicidad publica un volumen titulado Obras poéticas de Campoamor, donde recogía las grandes obras del autor hasta el momento.  En ese mismo año es nombrado jefe político (gobernador civil) de Castellón:

“Instalado en mi ínsula, quise, como Sancho, ser justo y promover el bien. ¡Inexperto! No sabía yo que para hacer, mandando, estas dos cosas tan difíciles era menester por empezar por respetar los trámites”.

En este puesto propone la instrucción obligatoria y establece la beneficencia, además de preocuparse por los caminos y la apariencia de los pueblos. Al año siguiente dimite y acepta el mismo cargo en Alicante, donde se casa con Guillermina O’Gorman, una mujer perteneciente a una familia católica irlandesa. En 1850 fue elegido diputado por Lucena del Cid (Castellón) por el Partido Conservador, pero renuncia para continuar como gobernador de Alicante, donde mejora la red viaria e impulsa la creación del paseo marítimo.

Un año después, tras la caída del Gobierno de Narváez, Campoamor cesa junto con el resto de gobernadores nombrados por el presidente saliente. Así, Campoamor se dedica a la composición de la epopeya Colón, aunque no abandona su carrera política. En 1853 es elegido diputado por Aspe (aunque renunció al acta) y Alicante y nombrado gobernador de Valencia hasta 1854.

En ese mismo año, tras la Vicalvarada, se traslada a Madrid y en la capital publica El personalismo. Apuntes para una filosofía, es nombrado oficial en la secretaría del Ministerio de Hacienda, acepta la dirección del periódico El Estado y es elegido diputado por Játiva y Vinaroz (puesto al que renuncia).

En 1858 es nombrado académico de la RAE y lee su discurso de ingreso en 1862, titulado La metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje. Por esa época, Campoamor estrenó diversas doloras dramáticas como Guerra a la guerra (1870), El palacio de la verdad (1871), Cuerdos y locos (1873), Dies irae (1873), El honor (1874) o Así se escribe la historia (1875).

A partir de 1874, con la Restauración monárquica y el gobierno de Cánovas del Castillo, Campoamor volvió a la primera línea política. Ocupa diversos cargos políticos, entre los que destaca el de director general de Beneficencia y Sanidad, fue elegido diputado en varias legislaturas por Santa Cruz de Tenerife, Antequera y Madrid, también fue miembro del Consejo de Estado y, finalmente, senador del reino. En 1886 publica las Humoradas, con lo que su sistema poético queda completo al concebirlo como una interrelación de unidades líricas:

“¿Qué es humorada? Un rasgo intencionado. ¿Y dolora? Una humorada convertida en drama. ¿Y pequeño poema? Una dolora amplificada. De todo esto se deduce que mi modo de pensar será malo, pero no se me podrá negar que, por lo menos, es lógico.”

Últimos años

De sus últimos años cabe destacar su larga corresponsalía para el diario La Época de Santiago de Chile (1880-1892) o sus dos viajes a París.

Además, se organizan diversos homenajes a su figura y se publican varios estudios y reconocimientos a su obra. En 1890 fallece su esposa y desde esta fecha Campoamor no volverá a publicar ningún libro nuevo. En 1892 se inauguró, gracias a Leopoldo Alas, “Clarín”, el Teatro Campoamor de Oviedo. “Clarín”, que en ese momento era concejal en el ayuntamiento de la ciudad asturiana, definió a Campoamor como “nuestro primer poeta contemporáneo».

El cronista falleció en Madrid el 12 de febrero de 1901, con más de ochenta y tres años. Su muerte fue motivo de duelo nacional y el Estado costeó su sepelio.

Ramón de Campoamor, por Ballesta

El retrato de Ramón de Campoamor que se expone en la galería del Congreso dedicada de retratos de los cronistas parlamentarios es obra de Juan Ballesta.

Andaluz y niño de la guerra, Juan Ballesta comenzó a dibujar para la prensa rayando la adolescencia. Los avatares históricos de su propia biografía le hicieron gritar que la «muerte es un escándalo». Ha ejercido su profesión en Inglaterra, Italia y Francia, con colaboraciones en medios escritos de alcance internacional. Durante un largo periodo trabajó para el Grupo 16. Además de insigne viñetista, fue autor de libros, cartoons y películas animadas. Le gustaba decir que «el humor no necesita que nadie le regale certificados de buena conducta». También respeta los dibujos esenciales, los que van directamente al grano de las cosas y no se cansaba de proclamar que el humor es un juego. Falleció en agosto de 2022.